Queridos niños míos, les escribo esta carta embargada por la pena y, a la vez, con un halo de esperanza. Quizá tiempos futuros sean mejores. Espero estar siendo (y ser) una buena tía. Un buen ejemplo. Les aseguro que lo hago lo mejor que sé. Por eso quiero transmitirles en esta misiva algunos consejos, porque les va a tocar vivir en un mundo loco y porque yo ya he perdido la fe en que esto mejore. Esta carta surge tras las declaraciones -hace ya algunas semanas- del doctor en Física y Filosofía e investigador del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) Martín López Corredoira en su libro Voluntad: la fuerza heroica que arrastra la vida.

Voy a empezar por ti, Dánae, porque eres la mayor y porque eres mujer? Ya te aviso, cariño, de que lo vas a tener complicado. Pero sé que serás capaz de reponerte. Eres una niña fuerte e inteligente y esas cualidades harán que se forje en ti un carácter de mujer guerrera. Y lo vas a tener que usar cuando te des de bruces con una sociedad llena de misóginos que asesinan a mujeres o aprovechan cualquier oportunidad para insultarnos y vejarnos. Tendrás que escuchar declaraciones del tipo "La empresa de una mujer es su marido o amante". Mi niña, sé una mujer independiente y libre. Fórmate, trabaja y nunca abandones tus sueños, ¡no, por amor tampoco! También llegará a tus oídos que "Hay cierta verdad en que todas las mujeres son putas". ¿Y qué significa ser puta? ¿Vender tu cuerpo? ¿Acaso no es tuyo? ¿Hacer y deshacer con tu vida lo que te dé la gana? ¿Acaso no es tu vida? Pero esto no es todo, además habrá (hay) comentarios tales como "Las mujeres leen el Cosmopolitan y el Hola para conspirar y encontrar un hombre que las mantenga". Mi amor, leo a Unamuno, Dostoievski, Galdós, Juan José Millás, Javier Marías, Emilio González Déniz, Ma Jesús Alvarado, Juan Ramón Tramunt, José Luis Correa y, sí, en ocasiones el Cosmopolitan, el Hola y hasta el Marca con mi pareja, y me mantengo sola, cariño. Espero que sigas mis pasos. Otra de las perlas de López Corredoira que motivaron este desahogo literario fue "¿Cómo pretenden que no las vean como objetos sexuales si ellas solo piensan en eso?" ¿Y qué hay de malo, cariño, en que vivamos una sexualidad plena? ¿Acaso no es nuestro derecho y hasta nuestro deber? No permitas que te "castren", Dánae. Siéntete libre de no deberle cuentas a nadie y, siempre que con tus acciones no le hagas daño a nadie, pues cabeza alta, y paso firme. Y no sufras, tesoro, como sufro yo, cuando leas en algún libro un capítulo titulado "La cosa esa de ser mujer" y encuentres pasajes donde se afirma que nosotras "Preferimos vivir sin pensar que pensar la vida". Este hombre no es consciente de que en la mujer nace y muere todo. Que somos imprescindibles, el motor del mundo. No se olvide, Corredoira, de que usted también salió de la entrepierna de una mujer a la que igualmente está tildando de puta, conspiradora, llorica y chantajista. Que no es usted producto del vómito de Platón o Sócrates, de quien dista mucho su mala filosofía. Y para rematar, Dánae, y para hacerte titubear sobre la lucha que debes seguir -que algunos llaman feminismo, pero a mí me gusta llamar igualdad- dirán que "Las feministas son las verduleras del pueblo". Falacia para hacerte sentir culpable por rebelarte contra un sistema de machos alfa.

Ian e Íker, mis hombrecillos. En ustedes está la poca fe que me queda de soñar con un cambio. Van a crecer en una sociedad que no respeta a las mujeres. Que las mata y que, a pesar de los minutos de silencio en la puerta de las administraciones públicas, algo debemos seguir haciendo mal porque siguen muriendo jóvenes, maduras y ancianas a manos de sus parejas o exparejas. La cosa no mejora. A las mujeres hay que amarlas. Están aquí gracias a una de ellas. Hay que verlas como a un igual, no como a una enemiga. ¿Qué nos diferencia? ¿Dónde estriba la verdadera razón que nos hace tan desiguales y le da el poder al hombre y la debilidad a la mujer? ¿En el miedo? ¿En el desconocimiento? ¿En la involución? No sabría darles una respuesta. Pero, por favor, mis niños, me gustaría verles convertidos en hombres capaces de alzar la voz contra la violencia en lugar de la mano para violentar. Me gustaría que asumieran el compromiso de convertirse en hombres buenos en un país de hombres malos.