Quizás convendría admitir que a Pedro Quevedo no lo caracterizan ni la genialidad política ni un profundo conocimiento de las técnicas de negociación presupuestaria. Para decirlo un tanto someramente, hacerte fotitos con el presidente del Gobierno no te hace más listo ni potencia tus aptitudes innatas o adquiridas. No sé lo que es peor: si el engaño entusiasta o el ridículo insoportable. Es media tarde del miércoles y todavía no se le ha escuchado a Quevedo media palabra a las declaraciones del ministro de José Luis Ábalos: el descuento del 75% de los billetes aéreos, la gran victoria de Nueva Canarias en la negociación de los presupuestos generales del Estado para el ya mediado 2018, no podrá ser aplicado hasta dentro de seis meses "como mínimo". En la moción negociada entre el Gobierno y el señor Quevedo se aprobaba el descuento, pero no se explicitaba su aplicación inmediata: una floritura administrativa. Lo peor de todo es que no cabe echarle la culpa a Montoro: la enmienda se aprobó tal cual la garrapateó Pedro Quevedo copiando la fraseología de alguna otra. Caben dudas serias de que si el PP se hubiera mantenido en el Gobierno, una vez los presupuestos aprobados, no hubiera hecho lo mismo que Ábalos: explicar que no se podía empezar a pagar y refugiarse en dolorosos tecnicismos para no soltar la pasta.

En todo caso es lo que han hecho los socialistas, aunque en su día Román Rodríguez proclamase que el descuento para los residentes isleños comenzaría pasado mañana y se transmitiría de padres a hijos, como un derecho de sangre, hasta el fin de los tiempos o la desaparición del gofio. Tal como explicó ayer Ana Oramas en su intachable intervención, que la materialización del compromiso del descuento del 75% exija un real decreto y que el procedimiento para convalidarlo y publicarlo en el BOE no pueda ser culminado antes de seis meses es algo jurídicamente opinable. Se comenta que un par de días antes el flamante ministro de Fomento -tan secretario de Organización, vaya, como en su momento lo fue Pepe Blanco- no tenía la menor idea de lo que era ese descuento para los residentes de Canarias y Baleares, y siguió sin prestar atención hasta que le comentaron que la medida tenía un coste de 200 millones de euros anuales. Y si no podía cumplirse en este ejercicio presupuestario, gracias a la torpeza morfosintáctica de Quevedo, pues la morterada podría asignarse a otros menesteres menos exóticos...

Los dirigentes del PSC-PSOE se han cansado de proclamar que la influencia de CC en las Cortes se había esfumado. Es una proclamación de orgullosa independencia parlamentaria llamativa para un gobierno que ha conseguido serlo gracias al voto de nacionalistas e independentistas vascos y catalanes, incluyendo los humanistas de Bildu. También insistieron en la misma observación talentosos cuadros y líderes territoriales del Partido Popular durante la primera legislatura de Mariano Rajoy. Ahora, curiosamente, Ángel Víctor Torres y su Aníbal Lecter de bolsillo, Sebastián Franquis, tienen una magnífica oportunidad para demostrarlo. En el próximo Consejo de Ministros -como indicó Oramas- o en el siguiente. A tenor de las reacciones en las redes sociales sobre su intervención parlamentaria de ayer, el ministro Ábalos no sabe dónde se está metiendo y dónde está metiendo a sus compañeros canarios. Es lo que tiene poder ir a todas partes en tren o llegar a La Moncloa en una moción de censura.