M artín Chirino es viento. Viento de un espíritu libre en el viento de la Historia que hace girar la espiral -horneada como un pan simbólico de todos y de nadie- en la rueda del tiempo, sin principio ni final, partiendo de cualquier isla para llegar a la tuya, a tu memoria misma, porque en toda memoria se entrecruzan los cuatro puntos cardinales en una claridad instantánea.

Martín Chirino es un signo creador de signos, un signo secuencial que creció y se descubrió y se endureció en el fuego, un signo abierto, plural e inacabable, un signo que apela a sí mismo, y que sin sermonear preguntas cabalga sobre respuestas que corren tan rápido que apenas se las adivina, como sombras fugaces, entre los ásperos pliegues del tiempo.

Martín Chirino es la pérdida de la libertad que todo gran artista elige para poder ser libre, rindiéndose humildemente al severo metal, al fuego para ponerse a su servicio, al viento cómplice y a la erosión escrupulosa, para saber del fracaso y del triunfo de la materia, para otear una eternidad que se enrosca sobre sí misma, y ante la que levanta las manos endurecidas con agradecimiento, con atención, con un silencio porfiado y veraz.

Martín Chirino ha vivido y convivido en esa frágil excrecencia de la eternidad que es la Historia, pero supo sortear sus detritus en el laberinto simétrico de una inteligencia -la suya„que se perdía a voluntad pero que siempre se sabía encontrar disciplinadamente en la próxima esquina. Por eso a menudo hablaba con la sencillez de un oráculo profetizando el pasado que nos conducía al aquí y al ahora. Hablaba en defensa de la dimensión más lúcida y austera de la belleza. De la dignidad del artesano y de la misión del artista. Del instante y de la sombra. Del asombro y de la luz. De la inútil palabra y del orden que apenas aprendemos a deletrear antes de cerrar los ojos.

Martín Chirino es el mayor escultor de Canarias y su muerte, si sabemos mirar sus piezas en galerías y salas, en nuestras calles y plazas, es una hipótesis muy arriesgada que el mismo artista, armado pacíficamente con su fuego, su tierra y sus metales, se encargará largamente de refutar en un futuro que nos enriqueció para siempre.