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Javier Durán

RESETEANDO

Javier Durán

Tren: el riesgo de fallar

El hito interrumpido del Tren Vertebrado, espejismo de la Avenida Marítima en los años lúgubres, podría tener su segunda parte con el cuestionamiento del proyecto ferroviario de Tenerife y Gran Canaria por parte del Parlamento, que ve apocalípticos los 3.800 millones de presupuesto para las ideas ya en curso, incluso con facturaciones realizadas por ingenieros y arquitectos. El orbe de la movilidad cambia por momentos y cualquier error de utilidad en una infraestructura como una red ferroviaria puede ser letal, sobre todo cuando el territorio es reducido y cuando hay un impacto ambiental significativo. Una cesta con todo los medios de transporte a disposición de la ciudadanía podría ser lo más ventajoso, frente a una propuesta preponderante e inflexible. Ante una apuesta tan arriesgada, lo mejor sería una reflexión sobre cómo unir con trenes de cercanías determinadas localidades costeras del sur de la Isla, crear aparcamientos disuasorios a los ciudadanos que llegan con coches eléctricos -interesante en pensar en subvenciones autonómicas- y potenciar un transporte de guaguas limpio conectado con el modelo ferroviario blando. La misma reflexión es trasladable a la red de autovías que promueve Canarias, tan inflexibles y costosas en lo económico y ecológico como el trazado ferroviario insular. Tras décadas de desarrollismo, el territorio insular, en cuanto a movilidad, sólo es apto para una partida de ajedrez con movimientos de fichas muy finos, con el objetivo puesto en hacer el menor daño posible y en posibilitar la reversión eficaz por otro desde el momento en que ha perdido su utilidad. Dudo que una inversión de casi 4.000 millones de euros para unos trenes (¿rápidos o lentos?) pueda tener estas características. El riesgo de fallar es muy elevado.

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