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Javier Durán

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Javier Durán

Eterno retorno

Pablo Iglesias ha demostrado en el largo debate -el primero de aperitivo y el segundo de entullo- que el eterno retorno existe: casi fue un Carrillo en ágil despojo de las escamas revolucionarias, envuelto él y Suárez en la densidad del humo de sus cigarrillos, seducido uno por el desmoche del PC y el otro por meter el vértigo en el invento de la UCD. El líder de Podemos eligió el desbroce del articulado social de la Constitución de 1978 para evidenciar aún más el radicalismo pugilístico de la derecha, emergiendo sobre el plató un Iglesias que, como dije, fumigaba la escena de la campaña electoral con el perfume del comunismo más responsable de la Transición. Si bien la manufactura ha gustado a los llamados paneles de expertos, está por ver si la valoración de los indecisos va en la misma dirección y no sienta mal este travestismo tan evidente de los que han hecho del "régimen del 78" un espantajo para reivindicar una "segunda transición". Y persuadidos por la habilidad maquiavélica de Pablo Iglesias, destacar que su esfuerzo por la moderación -recordemos a Berlinguer y su eurocomunismo- ha puesto sobre el atril un asunto muy serio: la incapacidad hasta ahora de los sucesivos gobiernos españoles para resolver los mandatos de una ley de leyes fuertemente socialdemócrata, con su llamada a la igualdad en vivienda, pensiones y vigilancia de la corrupción. ¿Qué ha ocurrido para que estos aspectos cardinales hayan sufrido un gran deterioro, hasta el punto de que se vea necesario reformas constitucionales que refuercen las garantías plasmadas en el texto? En este eterno retorno que nos ha brindado Podemos cabe especular con el espíritu reformador de los comisionados constitucionalistas, y el afán destructor -y dejémoslo ahí- de unos nietos que se hacen llamar liberales.

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