Siempre he pensado que si hubiese sido dinosauria, pongo por caso, Tiranosauria Rex, me hubiera gustado que me avisaran antes de la extinción de mi especie, más que nada para estar preparada. Pero no, a aquellos gigantes nadie les advirtió del meteorito que los sumiría en la oscuridad hasta reducirlos a huesos y polvo. Y resulta que ahora que está científicamente probado que los efectos del calentamiento global nos abocan a la destrucción de la vida sobre la Tierra, tal y como la conocemos, una gran parte de los gobiernos y la población no se dan por aludidos.

Pues entérense de una buena vez. La alerta climática está aquí, y más violenta que nunca. El nivel de dióxido de carbono en la atmósfera, según mediciones en las estaciones de Izaña (en Tenerife, aquí al ladito) y de Mauna Loa (en Hawaii), supera las 415 partes por millón, unas cifras que jamás se han alcanzado con el ser humano paseando su palmito por este planeta azuloscurocasinegro (como no hagamos algo ya). Para encontrar cifras semejantes hay que retroceder tres millones de años.

La joven sueca Greta Thunberg lo sabe y lo combate. ¿Qué haces tú? ¿Manifestarte contra los carriles bici? Yo no pienso contribuir a destruir mi casa. Mañana, a las 17.30 horas, en San Telmo, la generación Greta y quienes dicen "basta ya" a la emisión de gases de efecto invernadero se suman al #FridaysForFuture. La alternativa es que se nos quede cara de dinosaurio chamuscado.