La Provincia - Diario de Las Palmas

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Punto de vista

Canarias en el reencuentro

Era un día caluroso y nublado muy típico de esta época en Alemania y de los que suelen terminar en tarde de tormenta. Casi sin darme cuenta y con la precisión de un GPS, llegué hasta el lugar que años antes había sido mi rincón favorito en la ciudad, el café de la Alte Oper de Frankfurt.

Había leído el Frankfuter Algemeiner cuando tres cafés y un apfelkuchen después llamó mi atención alguien que entraba en el emblemático lugar precedido por el crujido de su viejo portón de madera. Llevaba varios periódicos bajo el brazo y su peculiar estilo me trajo, inmediatamente, un nombre a la memoria: José Subirana, un periodista español afincado en Frankfurt al que había conocido muchos años atrás.

Pretendía asegurarme pero su llamativa pajarita en pleno junio no dejaba mucho lugar a dudas. No tardé en darme cuenta de que él también había deparado en mí y diez minutos después de haberse sentado se levantó y dirigiéndose a mi mesa preguntó: "¿Eres canaria, verdad ? Creo que nos conocimos hace mucho tiempo". No me pasó inadvertido que lo primero que hubiera recordado fuera mi lugar de origen, incluso antes que el nombre, que llegaría segundos más tarde con visible satisfacción por su parte.

En efecto, nos habíamos conocido en el consulado español en Frankfurt más de 20 años antes. Fue allí dondex mientras esperábamos turno para hacer nuestras respectivas consultas charlamos y me preguntó de dónde era y a qué me dedicaba en España. Cuando le dije que hacía radio y que era de Canarias comenzó a reír para decirme a continuación que era un enamorado de las islas y que llevaba la programación en español de la Hessischer-Rundfunk. Un mes más tarde comenzaba a compatibilizar mis clases con un programa radiofónico en la emisora desde donde contacté en varias ocasiones con las islas.

Volviendo a nuestra actual conversación, le comenté que la noche anterior mientras hacía el check-in en el hotel y al comprobar el recepcionista que llegaba de Gran Canaria, balbuceó algunas palabras en español con acento canario mientras parecía revivir lo que él definió como uno de sus mejores viajes, un recorrido por cinco de las siete Islas Canarias que relató brevemente pero con gran entusiasmo.

No sé si fue por este motivo que una hora más tarde llegaba a mi habitación una cesta de frutas, plátanos incluidos, y una botella de vino blanco alemán. En menos de 24 horas Canarias había salido a relucir en dos ocasiones.

Años antes, también me había sorprendido gratamente cuando en la presentación del curso en el Goethe Institut todos tuvimos que decir nuestro lugar de origen. Al referir yo las Islas Canarias se produjo una exclamación general acompañada de un esbozo de aplauso y en las pausas, entre clase y clase, no era inusual que compañeros de diversas nacionalidades me hicieran preguntas sobre las islas.

Que esto ocurriera en una cuidad centroeuropea, cosmopolita y como todas las capitales financieras un tanto fría e impersonal, no dejó de llamar mi atención. Comprobé entonces que hay una palabra que no resultaba indiferente en la ciudad que tras el Brexit se espera sea el nuevo centro financiero de Europa y que aporta cierta calidez al estereotipado carácter alemán: "Canarias".

Hablar o ser de Canarias en Frankfurt sigue marcando una diferencia y esto al ritmo trepidante de la Bolsa y de las grandes operaciones bancarias es significativo. Cabe preguntarse si sabemos gestionarlo y sacamos de esta circunstancia todas las maravillas que encierra, especialmente ahora, cuando la oferta turística vuelve a ampliarse con el retorno a la normalidad de otros destinos que se habían visto afectados por motivos de seguridad y que nos supuso un tiempo de bonanza en el sector.

Después de intercambiar contactos y con la firme intención de volver a vernos decidí dar un paseo, no exento de cierta nostalgia, por la arteria comercial de la capital financiera alemana, en la que había decidido quedarme dos días rumbo a otro destino. Mientras lo hacía, no pude dejar de pensar en el potencial de nuestras islas al tiempo que el estruendo de un trueno y las primeras gotas de lluvia mojaban las calles peatonales de la gran ciudad. Se acercaba la tormenta, todo seguía igual.

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