( Estas líneas fueron escritas en mayo de 2019. No pensaba publicarlas pero ante la imposibilidad de poder darle al Dr. Chiscano ese abrazo en la visita anunciada creo estar en la obligación de dar testimonio, uno más, del amor que este inolvidable patriota sentía por las Islas y por todos los canarios.)

El sábado por la mañana salimos del hotel temprano. Diez miembros de la delegación de los puertos de Las Palmas, tras dos días de trabajo en Houston, nos disponíamos a conocer San Antonio de Texas, ciudad fundada por paisanos en el siglo XVIII, hecho histórico que conocemos la gran mayoría de canarios gracias a los trabajos de investigación del abogado Armando Curbelo. Cuánto agradecimiento pendiente, estimado Armando.

Emprendimos la ruta con la ilusión de descubrir una ciudad americana cuyos primeros cien alcaldes fueron canarios. Paramos en Luling, ciudad próxima a San Antonio. En pleno almuerzo una llamada telefónica me dejó helados. Qué raro que me llamen a Houston para preguntar por la salud de Germán Suárez, pensé. Un minuto después, una segunda llamada con?rmó la triste noticia. A mi lado, dos de sus más estrechos colaboradores degustaban la saludable gastronomía texana.

Lógicamente el ambiente distendido se tornó en silencio e incredulidad. No puede ser. ¿Pero qué ha pasado?

Siempre decimos que la vida nos da permanentes ejemplos de su fragilidad pero nunca aprendemos hasta que nos toca de cerca. Tras el impacto inicial, llamamos a los más cercanos y pensamos en lo que podíamos hacer. Tras las consultas correspondientes decidimos continuar el viaje pues, dadas las distancias y conexiones aéreas, los intentos de llegar a Las Palmas a tiempo para el sepelio habrían resultado vanos. Además, el lunes teníamos una reunión con un cliente muy importante del puerto a la que no podíamos faltar.

En estos viajes de trabajo hay tiempo para conocer a las personas con las que uno convive. Profesionales que pasan muchos días al año fuera de casa, vendiendo y promocionando a sus empresas y a su puerto. Compitiendo entre sí, luchando por conseguir clientes y proyectos pero con un respeto exquisito por el competidor. Todos trasladamos nuestro cariño y apoyo a los compañeros de Astican, quienes acababan de conocer la pérdida de su carismático presidente. Tras unos minutos reanudamos viaje y llegamos a San Antonio.

Lógicamente el recuerdo del patriarca de Astilleros Canarios nos acompañó el resto del viaje.

En San Antonio reside un canario excepcional, tinerfeño de nacimiento aunque enamorado de las ocho islas. Llegó a la ciudad americana tras sus estudios de medicina en Barcelona y, desde entonces, además de desarrollar una carrera profesional extraordinaria como cardiólogo y cirujano torácico, es nuestro embajador vitalicio. Son incontables las actividades desarrolladas para ayudar a los canarios allí, en Estados Unidos; para rescatar del olvido la importancia de los canarios en la fundación y desarrollo de San Antonio de Texas y para acercar a sus dos patrias, la de nacimiento y la de adopción en lo económico y cultural. Les hablo del Dr. Alfonso Chiscano, sí el que da nombre a la calle que está detrás del Hospital Dr. Juan Negrín.

Conocí al doctor Chiscano hace más de veinte años, precisamente con ocasión de la nominación de su calle impulsada por el alcalde Soria. Lo recordaba muy activo y con muchos proyectos en la cabeza. Me preguntaba cómo estaría tantos años después. Lo llamé por teléfono para decirle que iríamos a San Antonio y que si él podía, estaríamos encantados de saludarlo. No tardó un segundo en contestarme que el domingo a las nueve nos recogería en el hotel para acompañarnos a conocer los lugares históricos de la Ciudad. Y así fue. A la hora convenida apareció con una guagua pequeña para que pudiésemos ir todos juntos. Créanme que sus ochenta años y su delicada salud no han logrado ocultar la vitalidad y el genio de un todoterreno, un auténtico 4x4. Sentado en el puesto de copiloto nos recibió y le fui presentando uno a uno a todos los integrantes del grupo. Quería conocer con detalle quienes eran y qué hacían. A partir de ahí nos pusimos en sus manos y la experiencia resultó sencillamente inolvidable. Nos llevó a desayunar a una taquería muy popular. Los mejores tacos de Estados Unidos nos dijo y creo que la publicidad fue justa y proporcionada. Esos tacos los combinaba con otros, palabras populares canarias que salían de su boca, en tono provocativo, para expresar su agrado o desaprobación sobre los temas de conversación, consiguiendo la sonrisa de todos. De ahí a visitar la Catedral, donde se encuentra la imagen de la Virgen de Candelaria.

Cuando estás lejos, la rivalidad doméstica, incluso entre las patronas, cede a un sentimiento superior de abrazar la canariedad y todos sus símbolos. Visitamos la plaza de las Islas Canarias y las esculturas recientemente inauguradas para recordar lo que ocurrió tras la llegada el 9 de marzo de 1731 de cincuenta y seis canarios para fundar el pueblo De San Fernando de Béjar, núcleo de lo que hoy es San Antonio de Texas.

Seis meses caminando desde Veracruz con niños y ganado, más otros seis para atravesar el océano resume la peligrosa y dura aventura de nuestros antepasados que habían acudido a la llamada del Rey Felipe V para poblar lo que entonces era la provincia de Texas. Visitamos también la misión de San José, precioso lugar y ?nalmente nos invitó a comer en un restaurante italiano que está abierto hace tantos años como los que el doctor lleva en San Antonio.

Por la tarde, tras emplazarnos a un próximo encuentro, esta vez en Gran Canaria, nos despedimos agradecidos y regresamos a Houston para reanudar nuestra actividad laboral.

Este relato pretende ser una modesta muestra de agradecimiento al Dr. Chiscano por la hospitalidad y generosidad con la que nos obsequió y un reconocimiento, que nunca serán su?cientes, a su compromiso con Canarias. Gracias Doctor y recuerde que en Octubre le esperamos para corresponderle y contribuir a que su estancia en las Islas también, para usted, resulte inolvidable.