Sostenía Giner de los Ríos que mejorar la educación y la ciencia era lo único que haría progresar a España. Para el pedagogo y ensayista malagueño, el país no había perdido la guerra de Cuba por tener peores soldados que EE UU, sino por carecer de los ingenieros y electricistas que los norteamericanos habían formado décadas antes en sus escuelas y universidades. Probablemente nadie emprendió un esfuerzo regenerador a través de la enseñanza tan gigantesco en España como el de estos intelectuales de la generación del 98. Han transcurrido más de cien años y esa filosofía mantiene inmaculado su vigor. En potenciar el talento, algo sólo posible a través del sistema educativo, está gran parte de la solución a los problemas de Canarias.

La vuelta de los estudiantes a clase el pasado mes de septiembre coincide con algunas buenas noticias en torno a la enseñanza. La Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) es reconocida en el Ranking Shanghái en cinco de áreas de reconocimiento: Turismo, Oceanografía, Veterinaria, Transporte y Salud Pública y Medicina. Asimismo, el Times Higher Education (THE), que analiza las universidades con menos de 50 años de antigüedad, sitúa a la ULPGC al mismo nivel que las universidades de Alcalá, País Vasco, Carlos III, Miguel Hernández, Politécnica de Madrid y Universidad de Vigo, además de posicionar su nivel de docencia sólo por debajo de la Pompeu Fabra y Alcalá. Un trabajo arduo y competitivo que también tiene su retorno económico, como ha puesto en evidencia la venta a Australia por 700.000 euros de una nueva patente vinculada a la recuperación auditiva de niños. El estimulo a la sociedad del conocimiento tiene su reflejo, por otra parte, en la acción del nuevo Gobierno de Canarias, que anuncia una apuesta por la Educación y la Ciencia que marca, al menos de partida, una clara intención política por parte del Ejecutivo que preside Ángel Víctor Torres. Lejos de recrearnos en la complacencia, conviene que este ambiente de optimismo invite en realidad a darle un empujón al sistema educativo canario reparando si no todo al menos parte de lo que no funciona.

La Institución Libre de Enseñanza, en cuya Residencia de Estudiantes se formaron decenas de canarios que ayudaron a extender su espíritu reformador tanto en el arte y las humanidades como en la ciencia, tenía entre sus metas instruir a los jóvenes a afrontar la incertidumbre como algo consustancial a la vida y a la modernidad, desplegando su sentido crítico y su creatividad. También pretendía inculcarles valores cívicos, forjando ciudadanos comprometidos y cultos. Los inicios del siglo XX eran tremendamente confusos y cambiantes, casi igual que los del XXI. Corresponde por tanto al sistema educativo en su más amplio espectro el fomento de los valores humanos, pero sin olvidar que el desarrollo pleno de los mismos sólo es posible cuando el modelo económico satisface las necesidades de sus habitantes, un objetivo sólo realizable con la vista puesta en la formación de los jóvenes. Hay que crear desde el poder político los mejores mecanismos para que sus estudios no sean el punto de partida para llegar a un horizonte incierto, sino la lanzadera para alcanzar una profesionalización capaz de desarrollarse y contribuir al progreso de Canarias.

Idénticos propósitos, sin modificar una coma, cabe formular hoy al volver la vista hacia las aulas. La única diferencia radica en que en la España de los Giner y Juan Negrín, del que no se ha ponderado aún debidamente la aportación que realizó a la universidad española, tres de cada cuatro españoles no sabían leer ni escribir. Las innovadoras ideas pedagógicas de entonces sirvieron para el desarrollo personal: dotar a cada ciudadano de herramientas básicas con las que moverse por el mundo con criterio propio. Hoy de los institutos y facultades ya salen estudiantes con una aceptable preparación. El desafío, como comunidad, consiste en transformar ese conocimiento en empleo, bienestar y avance económico.

El descenso de la natalidad comienza a notarse en Infantil y Primaria. La crisis demográfica que en España va a tardar lustros en resolverse ya se nota en Canarias. Lo que se pierde en cantidad habrá de ganarse en calidad. Hacia ese propósito convendría virar los recursos. En Secundaria y Bachillerato los alumnos suben en las Islas. Un reciente informe de la OCDE sobre España incide precisamente en cuestionar los aspectos extensivos. Un alumno de nuestro país está peor formado que un finlandés pese a recibir 246 horas lectivas más al año. El método, en consecuencia, demanda retoques en favor de la eficiencia.

La FP baja ahora tras años de intenso crecimiento y en las universidades canarias los alumnos siguen en aumento. Van a más. La sociedad, como siempre, adelanta a sus políticos, pues el impulso lo posibilitan los propios alumnos en busca de oportunidades, que optan por prepararse bien para desempeñarse en la vida. Con todo, la administración sigue siendo incapaz de poner en marcha el programa de formación con aprendizaje en las empresas que lleva varias legislaturas cacareando.

La Universidad y la investigación han sido las grandes sacrificadas durante la crisis. Muchas cosas importantes requieren dinero, pero el remedio a todos los males no siempre estriba en engordar los presupuestos, y menos sin rendir cuentas ni exigir el cumplimiento de objetivos. Las malas inercias y la anquilosada gestión académica siguen actuando como pesados lastres.

Urge que Canarias convierta a la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y a la de La Laguna en uno de los motores esenciales de esta tierra. Las instituciones están ausentes de los principales asuntos de debate y preocupación regional, cuando deberían sentar cátedra con su voz experta y autorizada. Solo el perfecto funcionamiento de este último eslabón de la cadena garantizará la excelencia y revitalización del capital social. Decirlo es fácil. Conseguirlo, harina de otro costal. Intentarlo, imprescindible. "Caminamos a hombros de gigantes", afirmó Einstein. Gigantes del talento: eso necesita Canarias para salir adelante.