En el otoño de 2002 un virus logró saltar la barrera interespecie. Un granjero sufrió un síndrome respiratorio agudo probablemente contagiado por un murciélago o un gato siberiano, dos de las especies que aprendieron a convivir con coronavirus. Había mutado para hacerse infeccioso en el hombre. La cosa no tendría trascendencia si ese virus no hubiera adquirido la capacidad de infectar a otras personas. Lo hizo. En febrero de 2003 la OMS declaró la epidemia. Había infectado ya a mas 300 personas, 100 eran trabajadores sanitarios. Uno de ellos, un médico que se había contagiado en unos de los hospitales donde ingresaban los enfermos, recibió una llamada desde un hotel de Hong Kong para visitar a una mujer mayor que sufría un catarro severo. Había viajado desde Toronto con su marido a una reunión familiar. Allí regresó. En su casa la enfermedad empeoró y fue atendida en urgencias. Infectó a los pacientes con los que convivió, antes a su hijo. Murió en casa. En total se produjeron en Toronto unos 500 casos con una mortalidad del 10%, pero alcanza el 70% en mayores de 70 años..

De China vino el SARS, de allí la gripe aviar, qué ocurre en ese país. La mejor teoría es la promiscuidad, la íntima convivencia entre animales y personas. Los mercados están atestados de animales vivos, perros, gatos, serpientes, todo tipo de volátiles, colgados, metidos en jaulas, amontonados en los puestos. Hombres y mujeres recorren los estrechos pasillos con mirada escrutadora, pegados unos a otros, entre voces, cantos, gruñidos y olores. El lugar ideal para el contagio. Ocurre pocas veces porque virus y bacterias desarrollan la habilidad para convivir con una especie. El virus de la gripe aviar se reproduce en el ganso, pero no lo enferma. Si una mutación lo hace capaz de reproducirse en una persona, puede llegar a matarlo. Una forma de que esto ocurra es si convive, en el ganso, con otro virus de la gripe capaz de infectar a los humanos. Los virus, unos más que otros, dejan e incorporan a su ADN trozos de otros virus. Es cuestión de azar, pero cuantas más veces se juegue hay más oportunidades de que toque. El siguiente paso es parecido: si una vez logrado tener los medios para infectar a los humanos, logra incorporar los genes que lo hacen trasmisible persona a persona, la epidemia está servida.

Esto ocurre ahora en Wuhan una ciudad de 11 millones de habitantes, aislada desde el jueves 23 de enero. Las autoridades chinas reportaron a esa fecha 800 casos, los epidemiólogos calculan 4.000. El foco parece ser un mercado de animales vivos en el centro de la ciudad. Está prohibido vender animales salvajes, pero el gusto chino por lo exótico supera cualquier capacidad de inspección. No está claro qué especie fue la causante, muy probablemente una serpiente. El primer caso ocurrió en diciembre.

La familia coronavirus puede producir infección respiratoria desde el simple resfriado común hasta el SARS. Se trasmite por el aire, viaja en las gotículas que expulsamos al toser, estornudar, también al hablar. Pero también se contagia por contacto: si con las manos llevamos las secreciones a nuestras mucosas, ojos, nariz, boca. Por eso es tan importante, para evitar el contagio de este virus y de muchos otros microbios, el buen lavado de manos. Dedicar al menos 20 segundos y procurar lavar toda la piel, el interior de los dedos, el dorso de la mano, etcétera. Algunas veces, como el caso del coronavirus del SARS, aparece en otras secreciones y excreciones, como en las heces.

Coronavirus, cuando logra ser contagioso, es muy contagioso. La mayoría son poco virulentos. La enfermedad dura poco, de manera que el periodo de contagio es breve. El virus sobrevive mal fuera del organismo, muere a las 24 horas, no como otros que pueden vivir hasta un mes.

Para protegerse lo más importante es el lavado de manos. Aislar los casos es prudente, obligatorio en los casos de este nuevo coronavirus. En esos casos, si hospitalizado, lo ideal es que la habitación tenga presión negativa: que el aire nunca regrese al hospital, sino que se expulse al medio tras pasar por un filtro de alta capacidad. Los sanitarios deben utilizar mascarillas especiales en las visitas, no las quirúrgicas habituales.

La mascarilla quirúrgica es bastante eficaz, puede proteger, en el mejor de los casos, hasta el 85%. Es bueno que la use el enfermo, y las personas que están cerca, en todos los casos de enfermedad respiratoria, sea por coronavirus u otro microbio.

La revolución industrial trajo las enfermedades infectocontagiosas. Había hacinamiento, falta de higiene, malnutrición y ausencia de saneamiento. Ocurre igual con las gallinas en jaulas hacinadas o cuando los conejos se reproducen sin freno en libertad. Para que esta explosión de población humana resista el acoso de virus, bacterias y hongos con los que convivimos, el esfuerzo de higiene debe ser enorme.