Cabe sospechar razonablemente que cuando el presidente de Ashotel exige que al Gobierno central que "tome medidas en turismo para Canarias" se refiere a dinero. Ya que Pedro Sánchez y sus ministros no parecen convencer a los británicos para que vuelen a las islas intuyo que el señor Jorge Marichal habla de pasta. A pasta en múltiples expresiones y manifestaciones. No solo (por ejemplo) a prolongar los ERTE vinculados al sector turístico - que pueden comprender, con cierta flexibilidad, casi la mitad de los aprobados en esta comunidad autónoma - hasta el próximo año, sino a buscar un alivio de luto a las deudas hipotecarias de los hoteleros, a aumentar los créditos ICO y a conseguir que los ayuntamientos no les cobren el IBI ni las tasas de basura a los establecimientos hoteleros actualmente cerrados, que son la mayoría.

Marichal está cargado de razones pero casi todas pivotan sobre un oscuro punto de sinrazón. Lo que demanda el presidente de Ashotel es que el Gobierno central acometa simplemente el rescate del sector turístico en su conjunto. Y no solo el de Canarias, sino del de toda España, como presidente que es, igualmente, de la Confederación Española de Hoteles y Alojamientos Turístico. En efecto, es asombroso, como apuntan Marichal y otros directivos de la CEHAT, que el Gobierno de España no haya diseñado un Plan Estratégico de Reactivación Turística con programas y medias razonablemente articulado, interlocución internacional y dotado de una ficha financiera realista y fiscalizable. Pero no es menos chocante lo que entre espasmos de indignación y pavor requieren Marichal y sus compañeros: hasta que llegue una vacuna efectiva contra el coronavirusy la población quede inmunizada, el turismo entra en hibernación, y la financiación de su bendito cuerpo incorrupto correría a cargo del Estado. El peso del turismo en el PIB de Canarias supera el 35% y en España ronda el 12,3 % del PIB nacional, lo que significó unos 148.000 millones de euros en 2018. La propuesta de Ashotel -que se sepa - no cuenta con una ficha financiera, pero todo el gasto estatal requerido durante el próximo año se elevaría a muchos miles de millones de euros. Para decirlo con claridad: por su mismo tamaño, por su enorme peso en el modelo económico español - y no digamos canario - el sector turístico no es rescatable, como no lo son, respecto a la UE, la economía española, francesa o italiana.

La movilización empresarial, política y periodística que intenta el enérgico Marichal puede tener éxito en lo que cabe exigir: que los poderes públicos apenas se encojan de hombros ante el desplome de una actividad básica para la economía española y sin la cual Canarias se verá en dificultades extraordinarias para seguir siendo -simplemente -- un país viabley con un horizonte de supervivencia. Por supuesto que esta crisis espeluznante nos enseña que la diversificación económica es una prioridad, pero para desarrollarla, parodógicamente, necesitamos un turismo sano y competitivo en los próximos veinte años. Pero encerrar a todo el sector en un paréntesis de ayudas, subvenciones y créditos es de una ingenuidad asombrosa. El turismo sufrirá y a lo largo del próximo año cerrarán para siempre hoteles y se perderán miles de trabajo. Lo que debe conseguirse es una colaboración pública y privada para un control de daños que no nos deje sin un duro de stock de capital y unas infraestructuras turísticas en obsolescencia acelerada, es decir, al borde del canibalismo.