Muchos musulmanes que recibieron tibiamente, es decir, ni frío ni calor, a las hordas del 'califato' que quiere conquistar Irak y Siria, y lo que venga después, están ahora arrepentidos. Peor aún: están aterrados. Crónicas de los enviados especiales de la prensa internacional, incluida la de países islámicos, recogen que los fugitivos de la locura relatan como las ciudades están siendo saqueadas, las mujeres, convertidas en siervas, los moderados, asesinados, los creyentes de otras religiones martirizados, y las infraestructuras destruidas. "No funciona la electricidad ni el agua", dicen.

¿Qué se habrán creído?, ¿que estos se preocupan porque la gente se duche, y tenga luz eléctrica, y se iluminen los quirófanos, y funcione el aire acondicionado?, ¿y que se asfalten las carreteras, y el comercio lleve a los mostradores los alimentos, los repuestos de las maquinillas de afeitar y los adelantos técnicos de uso universal?, ¿y que se promuevan las pymes, la agricultura ecológica y la cría responsable de los camellos? Si es así, si creyeron eso, cometieron un trágico error.

Suele ocurrir que la cerrazón religiosa, o política, que tiene parecidos resultados si se lleva al límite del integrismo y la ortodoxia, siempre acaba mal. Lo que mal empieza... Si la sociedad iraquí y la siria que confiaron en que las cosas no podían empeorar, y que en el 'verdadero' islam, en el más rigorista, en el islam pendenciero, en el islam yihadista que promete miles de vírgenes hambrientas de sexo a los que mueran luchando contra agnósticos, infieles y evolucionistas estaba una puerta de salida hacia una sociedad más pura y feliz, ahora están comprobando que todo lo que puede empeorar, empeora.

Esa facción, desgajada de Al Qaeda, 'Estado Islámico' tiene su futuro en el medievo, o más exactamente, en los tiempos de las tribus bárbaras que no se habían contagiado aún de la civilización del Imperio Romano o de los sofisticados reinos orientales.

Los asesinatos despiadados de civiles, violando todas las normas de la guerra, no se pueden frivolizar por los habituales equidistantes que oponen a una crueldad, otra, a una ejecución sanguinaria, la infamia de la ocupación israelí del territorio palestino y la desproporcionada agresión indiscriminada a las desesperadas acciones de liberación.

Cualquier comparación tiene sus puntos de diferencia. Las fosas comunes en las carreteras y en los cementerios españoles prueba el horror de la represión en la posguerra; el holocausto nazi hizo retroceder a la humanidad hasta los periodos más oscuros de la historia, mientras los mejores pensadores y científicos alumbraban grandes descubrimientos. Tras esa etapa convulsa, y las dos guerras mundiales del siglo XX, unos países avanzaron hacia la paz y el progreso, cumpliendo honestamente, aún dentro de sus peculiaridades, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y otros se empeñaron en recordar que el peligro siempre acecha. Los japoneses esclavizaron y violaron en masa a mujeres chinas y de los países del sureste asiático que conquistaban, usándolas como esclavas sexuales; los nazis utilizaban hornos de gas para matar a los judíos; los soviéticos ejecutaron por la espalda a más de cinco mil militares polacos a los que enterraron en una fosa, atroz crimen que solo se reconoció por Gorbachov... las purgas de Stalin con millones de víctimas, desterrados y trabajadores forzosos en los 'gulag'. La China de Mao, con su 'revolución cultural' y la férrea dictadura comunista de un sadismo sofisticado; Corea del Norte aplica un integrismo marxista paranoico; el régimen camboyano de los 'jemeres rojos' convirtió el país en un gigantesco manicomio- cárcel - cementerio al aire; Macías y Obiang, en Guinea Ecuatorial, instalaron una tiranía saqueadora; Israel se burla del mundo civilizado y provoca constantemente a los árabes a los que roba su territorio y su memoria...

Son muchos frentes; y todos son importantes, porque en todos hay inocentes que sufren; y hasta culpables que tienen el amparo de la razón para un juicio justo.

Los fanáticos del califato, con sus vejaciones y el secuestro de todas las mujeres -a las que hacen pasar por la burla del matrimonio forzoso de guerra, y después por el sufrimiento de madres solteras en una sociedad hostil- ; con sus asesinatos, con un odio hacia el diferente, con el analfabetismo y el retraso mental que les permite creer en los cuentos... dan forma al mal. Quizás la sociedad no se divida entre el bien y el mal. Quizás el bien sea una mezcla de matices, pero el mal absoluto sí que existe y nos empuja al abismo cada cierto tiempo porque la maldad nunca muere del todo. Y en esa lucha la gente decente, y los que no lo sean, pero conserven la inteligencia, saben lo que a ellos mismos conviene. Respetar el pacto social, la tolerancia, el mestizaje, discernir con la razón... en fin, lo que ha hecho avanzar al mundo.