Irene y su hermano son los protagonistas de uno de los primeros cuentos que escribió Julio Cortázar, "Casa tomada". Lo publicó en la revista Los Anales, que dirigía Borges. Los hermanos viven en una gran casona antigua heredada de sus bisabuelos. Ya son cuarentones y desaprovecharon la oportunidad de emparejarse, el protagonista deja caer que vive una relación incestuosa con su hermana Irene.

No necesitan trabajar, viven de las rentas de su familia. Ella pasa las horas tejiendo pulóveres, bufandas, pañoletas. A él le gusta leer libros, sobre todo literatura francesa. Cuando sale a comprar elige los ovillos para su hermana y aprovecha para buscar las novedades en la librería. Así transcurre la vida para esta familia de la oligarquía argentina. Sin muchas novedades. Hasta que un día que el protagonista está en la cocina preparan- do mate escucha unos ruidos que vienen de las otras habitaciones. Avi-sa a su hermana. Ella le confirma sus sospechas. Hay gente que entró en la casa, que está al otro lado de las inmensas puertas de roble. Llegan a tiempo de cerrar bien las puertas de las habitaciones ocupadas y dejan de entrar en ellas.

La nueva rutina volvió a romperse otro día en el que el protagonista va a la cocina a beber agua, pero no llega. Irene se acerca y se da cuenta de otros ruidos que vienen de la cocina y de otro dormitorio. Eran las once de la noche, los hermanos salen corriendo de la casa. Él saca llave de la cerradura y la tira por la alcantarilla. "No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada".

Algunos críticos argentinos hicieron una lectura política de este cuento. Los dueños de la casa son la clase dirigente. La casa es de ellos, como lo fue de sus bisabuelos, abuelos, padres. Quien dice la casa dice el país. Y tienen derecho a disponer de la casa a su antojo y a vivir de las rentas. Si vienen otros a las habitaciones vacías son unos ocupas. Por eso hay que cerrarles las puertas. Y en caso extremo, se cierra la puerta de afuera y se tira la llave por la alcantarilla, como hizo el protagonista.

No es mi intención celebrar con esta columna un merecido homenaje a Julio Cortázar cuando se cumplen cien años del nacimiento del escritor argentino. Ni hablar de las oligarquías latinoamericanas que durante tantas décadas han dominado esos países y los han puesto al servicio de los intereses del Tío Sam. Prefiero aprovechar para recordar que Julio Cortázar nació en Bruselas y murió en París. En Bélgica y Francia están las dos sedes del Parlamento europeo y, oiga, por si no lo sabía, el próximo domingo se celebran elecciones para elegir a los nuevos habitantes de esa casa.

Conviene recordar que más de 5.000 representantes de lobbies merodean por Estrasburgo y Bruselas. Defienden los intereses de las grandes corporaciones, de multinacionales energéticas, de tele-comunicaciones, industrias de armamento, del automóvil, constructoras, tabaqueras? Son los nue-vos ocupas de la casa que, sin embargo, no son tratados como ocupas por la mayoría de los europarlamentarios. Como en el cuento de Cortázar, el domingo podemos elegir a los que tendrán la llave de la casa.

Tenemos la opción de volver a dársela a Irene y su hermano, dos burguesitos que se diferencian por sus aficiones, una tejiendo pulóveres, el otro leyendo libros de literatura francesa. Dos rostros de la misma familia. De la misma burguesía que en estas décadas han recibido en sus despachos a esos lobbistas. Unos con su discurso más social, otros con sus instintos más primarios, defensores del austericidio y del mercado salvaje. Los dos salen estos días a la calle para contarnos que no se quieren, que nunca se ponen de acuerdo, él piensa que ella solo vale para tejer unos pulóveres horrorosos porque, dice él, ella es inferior intelectualmente, ella condena sus aires de superioridad. Pero luego, dentro de la casa, volverán a la relación incestuosa y seguirán tratando como invitados especiales de la casa a los ocupas del Ibex, a los de la OTAN y a los de la Troika. "Se puede vivir sin pensar", dice uno de los protagonistas del cuento de Cortázar. El domingo sabremos si los ciudadanos vuelven a votar sin pensar, a entregar las llaves de la casa a los que ya en Madrid y Canarias han demostrado y demuestran que quieren echarnos de la casa a los que no somos de su clase.