Por tradición y jeringonza popular las suegras nunca han gozado de buena fama. Se les aplica toda clase de chistes y dichos que las califican como mandonas, entrometidas en lo que no les importa y hasta culpables de desavenencias en la pareja. Pero se les tiene "cierto respeto" porque esgrimen un poder doméstico parejo a las ricas pitanzas que prepararan los fines de semana y días señalados, la generosidad en los regalos para los nietos y la disposición a cuidarlos cuando se ofrezca. Y ya se sabe que "quien carece obedece". En todo caso parece que las críticas no les hacen mellan y permanecen impertérritas en su papel de expertas consejeras en cuestiones de casa, cocina, botica y crianza de la prole. Pero ahora les ha sobrevenido otro sambenito. La Iglesia, siempre atenta, a discernir y dictaminar sobre asuntos de amores y matrimonios acaba de adjudicarles un nuevo rol de impredecibles consecuencias. El vicario pastoral de la diócesis de Licuria, en el noroeste de Italia, Paolo Rigón, en una reciente aparición pública, al referirse a un tipo de comportamiento habitual entre los matrimonios afirma que es como "haberse casado con la suegra". Aludía, el ministro de la Iglesia, a la exagerada dependencia de la madre por parte de uno de los cónyuges. Con ello estaba apuntando la posibilidad de que este comportamiento pudiera ser considerado como causa válida para declarar nulo el matrimonio eclesiástico. De esta manera la excesiva dependencia de los progenitores se sitúa al mismo nivel de incompetencia matrimonial que los problemas psíquicos graves y la impotencia del varón para ejercer el acto matrimonial. Aduce, el vicario, que existen casos en los que se está tan apegado a la madre que es imposible llevar una vida común en pareja. "Mamitis" es el neologismo psicológico con el que se califica a aquellos niños que muestran una excesiva dependencia de la madre. Comportamiento este normal en la infancia temprana en la que los niños buscan a la mamá o papá (también existe la "papitis") como medio de satisfacer necesidades y aporte de seguridad. A lo que se refiere el vicario italiano es a esa continua necesidad de un miembro de la pareja a recurrir de manera constante a alguno de sus progenitores, más a la madre que al padre, para pedir ayuda y consejo ante cualquier asunto personal, económico o doméstico relacionado con la vida diaria de cualquier pareja. Existe una necesidad imperiosa de búsqueda de aprobación de la madre o el padre. Da la impresión de que, la madre (suegra) se convierte, de facto, en el consorte con el que se consulta todo y de la que se espera la respuesta definitiva que marque la actuación de uno de los cónyuges. Desde la compra de un auto, embarcarse en la hipoteca de una vivienda y hasta el colegio a donde deben ir a estudiar los hijos. Su pareja pasa a un segundo plano. Con ello pierde protagonismo y parece convertirse en un mero suplente en grandes y pequeñas decisiones familiares. Es a lo que el citado vicario, de forma acertada, llama "casarse con su suegra". ¿Puede deberse a la excesiva dependencia de los padres o adultos durante las tempranas etapas de la infancia? ¿La resolución inadecuada del Complejo de Edipo, (ya se sabe, infantil "enamoramiento" por parte del niño de la madre o de la niña del padre) puede afectar a la vida de pareja? ¿Cuánto de grabadas pueden quedar en el subconsciente pensamientos y actitudes que puedan afectar a cualquier miembro de la pareja en la vida adulta? Para el Psicoanálisis seguro que sí. Lo cierto es que los primeros modelos de ser masculino y femenino se aprenden en familia y se desarrollan en diferentes momentos y contextos de la vida cuando se es adolescente, joven o mayor. En términos psicológicos se trata de personas inmaduras, poco acostumbradas en la infancia y adolescencia a regirse por un tipo de moral heterónoma que impulsa a niños y adolescentes a depender siempre, en su modo de comportarse, de los demás, llámase madre, padre, maestro o iguales con poder o ascendencia. Cuando llegan al matrimonio, en palabras del vicario Rigón, "se casan sin saber lo que les espera". De ahí deduce que la falta de madurez para estar casado y vivir en pareja constituya argumento suficiente para que el matrimonio contraído sea considerado como nulo, de pleno derecho, en la legislación eclesiástica. A estas alturas, la propuesta está en estudio y valoración por parte de la Signatura Apostólica del Vaticano. Si al fin se aprueba y existiese un motivo más para que no siempre "lo que Dios ha unido no lo separe el hombre" sea un norma inamovible, millones de parejas, en todo el mundo, podrán romper el vínculo que les une. Razón que aducirá más de un creyente para hacer realidad lo que, tantas veces, ha aflorado en discusiones matrimoniales: "vete a que te cuide tu madre".