El 22 de julio de 2010 el juez José Castro, dentro de la investigación del caso Palma Arena, abre una pieza específica para el caso Nóos. Lo que pretendía era investigar delitos de corrupción en el presunto desvío de fondos públicos al Instituto del mismo nombre, fraude fiscal y blanqueo de capitales. La presión ha debido ser descomunal, el juez es un héroe solitario al que solo respalda la ciudadanía. En un país empobrecido, tres años y medio después, la infanta Cristina, tras innumerables maniobras, al fin declaró. Tal como presuponíamos, ni sabe/ni contesta. Dice que solo es una mujer enamorada que confiaba en su marido.

Las furias están desatadas y las conspiraciones palaciegas se incrementan. Un rey que no quiere abdicar, un príncipe que pudiera reverdecer la institución pero no lo dejan. El monarca que fue árbitro, referente ético y conseguidor, goza amistades peligrosas y cacerías alcohólicas. Una Reina que actúa más como madre de familia salvaguardando a sus polluelos que como alta representación del Estado, su primera obligación debería ser servir a los ciudadanos que con sus impuestos la mantienen y tendría que hacerlo actuando con ejemplar neutralidad. Al acoger a Iñaki Urdangarín y proteger a la infanta Cristina ya no parece tan buena profesional en el desempeño de su papel. La imputación de la hija menor del Rey revela la crisis de la monarquía como institución y genera indignación ciudadana, la de quienes protestan contra la podredumbre que infecta la sociedad de los recortes y el desempleo.

La Casa Real semeja una jaula de grillos, rivalidades e intrigas; entre bambalinas contemplamos alguna de las tragedias de Shakespeare: El rey Lear, Hamlet, Macbeth. El anciano Rey Lear decide ceder su reino a sus tres hijas, las somete a prueba pero al hacerlo se sentirá amenazado y abandonado. Las ambiciones no tienen techo, los enredos palaciegos tampoco. Así podemos contemplar las crueldades familiares de Macbeth, las dudas de Hamlet. En esta gran pantomima española que estamos viviendo cabe todo.

El genial autor inglés disecciona la naturaleza del ser humano, sus sentimientos y sus miserias. Analiza al hombre desde una mirada interior, luz y sombra. Hamlet es la duda, Macbeth la traición y la ambición desmedida. Aparecen oráculos y brujas que vaticinan crueldades, las pasiones no cambian a través de los siglos. La irresponsabilidad, la codicia, el oportunismo y los errores de juicio en las obras de Shakespeare llevan a los personajes a un trágico final. No solo estamos perdiendo el Estado del Bienestar sino también la confianza en las instituciones, que hacen malversación de dineros públicos, gestionan para los poderosos y aprietan al pueblo llano. Canarias, el paraíso subtropical, es un ejemplo de que existe un trato de favor a los ricos. Concejales multimillonarios, recalificaciones sospechosas, complejos turísticos ilegales, mafias de aquí y de allá fabrican sus buenos negocios. La población apenas percibe el perjuicio directo del enriquecimiento de los cargos públicos y los grandes escándalos devastan la imagen de toda la clase política, pero solo afectan al voto a largo plazo. A fin de cuentas, corruptos pueden ser todos los que tocan el poder, sean de izquierdas o de derechas.

Las mayorías absolutas son un desastre para la transparencia, en particular la que ahora padecemos. La justicia es lenta y tortuosa, una parte de las corrupciones cotidianas viene de la financiación de los partidos políticos, que ni PP ni PSOE piensan clarificar. El resto viene de la propia degradación del sistema democrático, de la constatación de que hay terreno abonado para los buitres: políticos y empresarios, banqueros a los que hemos engordado con rescate público. Si el bipartidismo llegara a decaer una de las consecuencias sería la de acabar con la impunidad de PP y PSOE a la hora de protegerse y blindarse mutuamente. Pero, tranquilos: eso difícilmente sucederá. Para algo tenemos la ley D'Hondt, que acuchilla a Izquierda Unida, a UPyD y a cuantas opciones puedan surgir en detrimento de los intereses creados. El sistema electoral de estas islas es todavía más perverso, diseñado para favorecer tribus locales.

El paro y la corrupción son las mayores preocupaciones ciudadanas. Qué lejos estamos de Dinamarca, los países nórdicos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, los más transparentes, y cómo nos vamos acercando a Venezuela, China, Rusia, el bloque africano, los países del antiguo eje comunista, Paraguay, etc. Cuánto abuso de poder, cuánto acuerdo clandestino, cuánto soborno. La corrupción es una lacra en amplias zonas del mundo, como Centro y Suramérica, donde grupos del crimen organizado trafican con drogas, armas y personas. Aquí se trafica con licencias, ERE, tramas de políticos, ganancias de banqueros poco escrupulosos, hasta la Coca Cola que gana millones se empeña en mandar gente al paro.