Dice la incombustible duquesa de Alba que con la crisis "lo estamos pasando mal igual que todo el mundo, cada uno en su nivel". Causa sonrojo que diga esto la representante de una de las familias aristocráticas más antiguas de España, incluso anterior a los Borbones, que reinan desde el siglo XVIII.

Será porque le afecta el restablecido Impuesto del Patrimonio que acaba de aprobar el Gobierno y que, evidentemente, no ha gustado nada al rancio abolengo que aún perdura en las casas nobiliarias y que cuentan con un amplio patrimonio en forma de mansiones, terrenos y acciones. Resulta sorprendente que uno de los principales debates de las últimas semanas haya sido la recuperación de este impuesto selectivo, que afecta a unos pocos, y que se reconozca sin pudor alguno que fomenta el fraude fiscal y la huida de capitales a otros países.

Dudo mucho de Emilio Botín o Cayetana de Alba vayan a ver reducidas sus fortunas por pagar un poco más al fisco y quizá va siendo hora de que los ricos de este país emulen a sus homónimos franceses o norteamericanos y mostraran un poco más de solidaridad, aunque sólo sea para quedar bien.