Reuters le ha hecho una entrevista en vídeo a Zapatero, y el hombre parece hecho polvo. Cansado, abotargado, hundido. En la foto fija que acompaña la transcripción mira a la cámara con el gesto de quien nos está dando una pésima noticia. Es tanta su tristeza que quizás debamos ser nosotros quienes le consolemos.

Ciertamente que la situación no da de sí para echar cohetes, pero una cosa es poner cara seria y otra poner cara de susto. Ahí no hay determinación ni energía. Se le han agotado las pilas y solo espera el próximo golpe con la certeza de quien no puede evitarlo. No es exactamente el tipo de mensaje que se necesita ahora, cuando el momento de la crisis se deduce de la aritmética entre las debilidades internas y la recuperación exterior. En el crecimiento de nuestros vecinos radica la oportunidad de futuro, pero hay que ir a por ella, con las cosas claras, sabiendo el alcance de nuestras cojeras, pero también con la convicción de que es posible conseguirlo si se aplica la energía necesaria.

17 grandes corporaciones han montado un lobby para influir en las decisiones políticas, y la cosa empezó a cuajar tras la gran reunión de los 37 principales con Zapatero. De ahí salieron con la convicción de que tenían que arremangarse y mandar, lo que da idea de cómo encontraron al presidente. Veremos lo que sale del intento, porque este tipo de ententes se quiebran fácilmente cuando se llega al detalle. Incluso en el mejor de los casos, es decir, si del grupo salen aportaciones y compromisos enriquecedores, no es a ellos a quienes corresponde solucionar la falta de certidumbres que ahora mismo nos aqueja, cuando no sabemos si la caja de nuestros ahorros va a ser nacionalizada, cuándo van a jubilarse los que hoy tienen 30 años y si nos van a exigir el copago de la operación de apendicitis. Y aún sabemos menos lo que harán los otros cuando lleguen al poder, perdón, al gobierno. Quizás se limiten a llamar a la Merkel para pedir instrucciones, pero del continente no cabe esperar directrices válidas, porque cada uno va a lo suyo, como se está demostrando una vez más ante las crisis del mundo árabe.

Merkel, Sarkozy, Berlusconi, Cameron, miran a la orilla sur del Mediterráneo pensando en los negocios de cada uno; no en el interés continental y menos todavía en el de la población de aquellos países. Y miran al resto de estados europeos con el mismo tipo de gafas. Merkel no nos va a mandar lo que nos conviene sino lo que le parece que le conviene a Alemania. Y ante tal evidencia, Zapatero pone cara de perro apaleado.