Mándeme medio profesor de Lengua y cuarto y mitad de Latín". Esta comanda ficticia parece una guasa, pero tiene su miga. Empecemos por el principio. Hace años, hace ya más de treinta, las titulaciones eran, digamos, renacentistas. En una carrera se tocaban múltiples palos. Por ejemplo, el que estudiaba Filosofía y Letras, podía impartir un amplio abanico de asignaturas, desde Historia a Filosofía, pasando por Lengua, Geografía... Luego la cosa cambió y no ha parado de hacerlo hasta el actual sistema, el de Bolonia. Se llama especialización y, según los gurús de la educación, es garantía de calidad.

Pero hete aquí, que diría un cursi, que llega la crisis, y la crisis trae recortes y los recortes, precariedad. Entre las consecuencias de esta debacle en la que se está convirtiendo la enseñanza pública, está la de que un mismo profesor comparta su horario en dos o más institutos. De ahí lo del medio profesor, que así se llama.

Y no se vayan todavía, aún hay más, parafraseando a Superratón. Resulta que se ha vuelto a los años setenta, a lo que se llama idoneidad. Es decir, usted ha hecho Filosofía, pues ya puede dar Lengua, ¿no son letras juntas?, pues ¡hala! Si Cervantes levantara la cabeza.