El invierno ha repetido su milagro: las gavias están llenas, las huertas a punto, hay diminutas flores amarillas por las cunetas y la vieja tierra parda y ocre reverdece. Por Villaverde y Vallebrón, por los caseríos de La Oliva y Antigua, el sol quiere hacerse tibio. El amigo Jorge Manuel de León, majorero inquieto que anduvo por Sevilla y por Gran Canaria, nos recibe a Rosario Valcárcel y a mí en Maxorata TV, su buen hacer en el programa La Zaranda. Puerto del Rosario ya tiene buenas avenidas, ya luce cierto ajardinamiento, ya cuenta grupos escultóricos en las rotondas. Por Corralejo la noche se anima en Imagine y el Rock Café, multitudes británicas. Enfrente está Lobos: malpaís, piedras conquistadas por los líquenes, charcas con vegetación, playas de nácar. Juan Ismael nació junto a la Casa de los Coroneles y en Lobos nacieron dos escritores: la canario-paraguaya Josefina Pla y el canario-venezolano José Antonio Rial. Antes de que llegara la automatización los fareros seguro que tenían muchos libros. Farero también fue el famoso Antoñito, que pasó a mejor vida, hacía paellas memorables pero ya no queda memoria de la calidad de sus guisos. Los lobos marinos que dieron nombre al islote, las focas monje de las que solo quedan unos pocos ejemplares al sur de Mauritania, no volverán a asomar su hocico en las piedras quemadas, los saladares y los jables. Las aves, más libres, seguirán utilizando esta estación de paso. Los caminantes transitan los senderos al Faro Martiño y a La Caldera, con sus 127 metros de altura. Piedras quemadas, tabaibales, hoyas salitrosas, hornos de cal, aljibes, cantiles y caletones, pajarillos que corretean dispuestos a comer de la mano del visitante, pardelas y alcaudones. Los topónimos hablan por sí solos: el Llano de los Labrantes, el Morro de la Garza, el Llano de la cocina, la Cueva de las Palomas, la Caleta del Yate, la Punta de la Mantequilla, la Caleta del Vino, la Cueva de los Lobos, la Caleta de la Madera, y la Playa de la Concha, idílica con aguas cristalinas. Recorrer los senderos de Lobos un día de febrero entre nubes y claros nos lleva a un tiempo sin medida. No en vano este es uno de los primeros lugares que emergieron del Atlántico cuando Canarias empezaba a formarse.