En Libia se ha instaurado un nuevo gobierno de transición entre las ruinas autocráticas del libro verde y los dividendos del petróleo. El nuevo gobierno provisional se ha declarado islámico moderado, pero va a imponer la sharía dimanada del Corán como fuente de inspiración jurídica para la aplicación de la ley en la sociedad sea laica o religiosa, aunque es casi imposible no ser musulmán porque esa misma ley lo prohíbe. Problemas que aún crean violación de derechos humanos en muchos países musulmanes.

Quienes pensaban que la democracia se iría abriendo paso en la primavera árabe, en esa revolución cruenta, donde han muerto miles de seres humanos, y que las posturas religiosas más radicales se irían difuminando al ocupar su espacio otras más actualizadas, se han encontrado que ese gran océano de sabiduría occidental, de pensamiento ilustrado exportado con éxito a culturas próximas pero abisales en su esencia, se van confundiendo a medida que se consolidan los nuevos proyectos políticos.

El pulso, hasta ahora inédito, entre Turquía e Israel ha puesto en vilo a la diplomacia de medio mundo para evitar lo que sería un problema añadido al mayor desafío de la región de las últimas décadas y que deja sin efecto los acuerdos de paz de Oslo: la declaración unilateral del estado palestino en la asamblea general de la ONU desoyendo la voz de la prudencia de los estados protectores de los sionistas y también de la autoridad palestina, cuya financiación es posible gracias a la UE y a los EE UU.

La gira del primer ministro turco Erdogan por el Mediterráneo, el discurso ante la Liga Árabe, donde pidió sin ambages un estado palestino, la congelación de las relaciones con Israel y el proselitismo de un Islam moderado han puesto al borde del abismo las relaciones de poder geopolítico de una región de fronteras impuestas, de muros insalvables y de crímenes continuados. Israel se estremece, Egipto se permeabiliza en su frontera con Gaza y el Sinaí, Siria se asfixia en su sangre ante la mirada absurda del mundo y Turquía recobra su protagonismo, haciendo valer su pertenencia a la OTAN, su potencial bélico y económico y su más que probable ingreso en la Unión Europea.