S in tener todavía el oso del 20-N abierto en canal y desollado he leído que determinados actos públicos del PP son una verdadera cuchipanda de high class que va al olor de la piel que ofrece Rajoy. A la presentación en Madrid de su libro En confianza acudieron a untar la bola constructores del concurso público, señores de la cúpula del partido que aspiran a algún ministerio, defenestrados (reserva Aznar) que esperan ser puestos de nuevo en circulación y hasta la baronesa Tita Cervera, que va y se besa moderadamente con el candidato. La situación mental de este personal es un tanto freudiana: están entre una época de nuevo amanecer político, y a la vez bajo el dolor que les inflige un gobierno de izquierda tardía que quiere exprimirlos con impuestos que sirvan para enjugar el déficit sanitario y educativo. Rajoy no se moja, porque ahora, en vísperas, lo mejor es elevar su ambigüedad al cuadrado. En Génova ya hay un sanedrín potente que se dedica a separar la hierba de la paja, es decir, a cerrar el paso a cualquier locura que no interese para llegar a Moncloa. Este consejo de sabios tiene su peor urticaria en Esperanza Aguirre, que en su verborrea incendiaria sugiere que hay que pagar por determinados tramos de la enseñanza pública, y luego corrige y dice que se refería a los máster. La metida de pata es de campeonato: ya se paga por conseguir dicha titulación. ¿Llegará otra rectificación? Rezan para que no sea así.

En confianza, dice el título, forma parte de esa gama de productos que los candidatos piensan que va a influir mucho a la hora de los votos. En realidad, y como la presentación del libro demuestra, sólo llena de impulso adhesivo a una peculiar tropa que trata de llevarse algo para sus residencia (no de ancianos, sino la rodeada de cipreses con riego automático). Entregar la piel esponjosa del animal a semejante plutocracia es una verdadera desgracia, porque de ella viene la búsqueda ansiosa por encontrar una nueva víctima (crucificado Zapatero) que les arregle sus ruinas. La lisonjería a tanta bancarrota enerva a los olvidados entre el Baile de San Vito del IRPF, del IVA, del Impuesto de Patrimonio, del fraude fiscal... Los parados, el nuevo lumpen, se pregunta qué será de ellos. Millones de personas a las que se les escurren de las manos libros, banderas, banderines, pins, twitter... Todo para mayor gloria... Millones que van como corderos al matadero a ver si se deja de hablar de la perturbadora clase media y se escucha más a los que salen a la calle todos los días a conseguir un fiao, que ya es difícil en un paisaje sin tiendas de aceite y vinagre. Pero esta precampaña y campaña la va a ganar la depresión o la recesión, y Rajoy, más que nunca, podrá tumbarse sobre la hamaca de Peridis (que así lo pinta casi siempre) y dar grandes chupadas a su puro. Ante él, un Rubalcaba que se dedica a recorrer España con mítines de alto magisterio sobre el infierno de mantener un país a flote. Poco más se puede contar.

Entregar la piel sin tener aún el oso sería perfecto para el núcleo potemkin de su Partido, que trata de descubrir si Rajoy en Moncloa va también a tomarse su tiempo para enfrentarse a ciertas urgencias inaplazables. Amigos y enemigos deshojan margaritas sobre cómo responderá el líder cuando el caballo loco de la crisis toque en la puerta de palacio. ¿Tardará tanto en decidirse como con el presidente valenciano? ¿Aplicará su famosa tesis de dejar madurar la fruta hasta que ella sola se caiga del árbol? ¿Cuánto tiempo de reflexión se adjudicará? Para esto, en concreto, sería bueno que extendiera la piel de oso y hablase de sus arrugas, del tamaño de sus pelos y de los tonos. En confianza no aparece.