La vida, que tiene mucho de azar y sorpresa, mantiene sus rutinas. Regresar supone un ejercicio de contrastar lo que se dejó y lo que ahora se reencuentra. Si agosto es la gran evasión, septiembre es la normalidad: la vuelta a la panza de burro, a la rutina del trabajo para el que lo disfruta, el transporte escolar en las calles, el ladrido del perro del vecino, el cortadito de media mañana mientras se echa un vistazo al periódico de papel. El querido periódico de papel que se resiste a desaparecer con sus titulares, su aroma, su tacto. Este verano han pasado cosas que en esencia son las mismas aunque sean distintas. El papa Benedicto, equis, uve y palito, como dicen los aguerridos peregrinos. Los indignados que protestan. El Gadafi que no aparece ni en la trastienda de los laberintos que se construyó en sus palacetes. La reforma exprés de la Constitución. Y la crisis de la economía que no se esfuma. Y Angela Merkel que personifica todo el tecnicismo y la antipatía de los dirigentes que nos llaman al orden por nuestro despilfarro. Septiembre trae la normalidad de una bolsa que cada día anda peor, como si cada día nuevo el panorama que se vislumbra sea cada vez más tétrico. Nos recuperaremos en el 2020, me dicen. Y en medio de todo eso leemos lo que ya sabíamos: que Canarias anda a la cabeza de varios índices negativos: fracaso escolar como consecuencia de la desintegración familiar, madres precoces y rupturas matrimoniales. Somos la única comunidad donde anualmente se registran más divorcios que matrimonios. A pesar de la crisis económica tenemos que por cada 100 matrimonios hay nada menos que 121 rupturas. Lo dice el Instituto de Planificación Familiar, la tasa de ruptura matrimonial ha crecido un 60 por ciento en los últimos diez años. El año pasado se ha alcanzado el valor más alto, y de seguir esta tendencia en todo el país se producirán más rupturas que matrimonios. ¿Por qué sucede todo esto, precisamente aquí? ¿Qué nos hace más desamorables a los insulares, por qué estamos más predispuestos? Quizá el individualismo de esta época y el "divorcio exprés" animan a la ruptura. Por la crisis y el cambio de costumbres cada vez se casan menos parejas. La sociedad debiera prevenir, intentar favorecer la reconciliación.