La inacabable crisis de la deuda en la eurozona entrará en una fase decisiva durante las próximas semanas. Mientras se habla de la inminente quiebra en Grecia (los mercados asignan a esta opción una probabilidad del 90 %) o, incluso, de que abandone la moneda única, entre la mayoría de políticos y economistas patrios se ha puesto de moda un nuevo mantra para evitar que España e Italia sean rescatadas: la creación de eurobonos.

Los defensores de este mecanismo, consistente en que todos los países de la eurozona emitirían deuda a partir de la solvencia conjunta de la región (lo que, llevado al extremo, implicaría que todos responderían por todos, ante problemas de impago de alguno de ellos), afirman que otorgaría mayor estabilidad a la actual unión. Todo ello, respaldado por un Tesoro y una política fiscal comunes.

El problema, según sus detractores, es que aumentaría la factura a pagar por la deuda de los países centrales (la de Alemania está, ahora, en mínimos históricos). Los defensores del eurobono creen que no pagarían mucho más, ya que el interés a pagar sería una media ponderada de las rentabilidades de cada país. Pero, hace unos días, Standard & Poor's aguó esta teoría, al afirmar que la nota de dichos eurobonos tendría carácter "especulativo", por lo que recibiría la calificación del país más débil (o sea, Grecia).

Además, se considera que los países endeudados no tendrían incentivos para contener el gasto, al verse respaldados por el resto de naciones de la eurozona. Algo que puede explicar por qué la opinión pública alemana se muestra contraria a los eurobonos? a no ser que se limite la soberanía fiscal de los países derrochadores, para someterse al control de Berlín.

¿Preferimos esta dependencia a la de la calle de Alcalá, donde ahora trabaja Elena Salgado?