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Joaquín Rábago

Papel vegetal

Joaquín Rábago

Lucha de egos, fracaso de la política

Los ciudadanos españoles asistimos, entre atónitos y cabreados - sí, cada vez más cabreados, a juzgar por lo que uno ve y escucha en la calle- al fracaso estrepitoso de las medidas adoptadas hasta ahora por los políticos frente a la actual pandemia del coronavirus en medio de lo que más bien parece una lucha de egos.

Nadie parece dispuesto a reconocer en público sus propios errores, escuchar al otro y rectificar con urgencia mientras se dedica a culpar al que tiene enfrente de lo que sucede. El último ejemplo lo tenemos en la conferencia de `prensa en la que la pintoresca presidenta de la Comunidad de Madrid anunció su plan para frenar a un virus totalmente desbocado en el epicentro del país.

Parecía en efecto más interesada Isabel Díaz Ayuso en volver a culpar al malvado Gobierno central de socialistas y comunistas y en elogiarse a sí misma y a quien la puso en el puesto que ocupa que a admitir que la que ella tan pomposamente llama “estrategia” contra la pandemia ha sido un total error desde el principio al fin.

Trató aquélla desde el principio de convertir su política en Madrid en un ariete contra el Gobierno “rojo” de Pedro Sánchez y un modelo para el resto del país, y fracasó estrepitosamente.

Pero el presidente del Gobierno, a su vez, parecía a su vez más decidido a hacer tragar a la señora Díaz Ayuso su propia medicina antes de decidirse por fin a intervenir como desde hace tiempo le pedían muchos.

Resulta como de sainete que Sánchez se comunicara ¡por carta! con Ayuso para informarla de su buena disposición a reunirse con ella en la sede del Gobierno madrileño el lunes siguiente mientras el virus seguía contagiando sin respetar jornadas laborales ni fines de semana.

Como lo es que la presidenta de la Comunidad no haya parado de hablar del “enseñamiento” del Gobierno central con la comunidad que preside y de quejarse, en plan plañidera, como nos tiene acostumbrados, de que Madrid haya estado “demasiado tiempo solo”.

Se trataba al parecer por encima de todo de salvar la economía, priorizándola sobre a la salud, y ahora corremos el riesgo cada vez más grave de que, a menos que se tomen medidas drásticas, no se terminen salvando ni la una ni la otra

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La cotidiana realidad de la que pueden hablar todos los que, a diferencia de la mayoría de los políticos, pisan la calle es que los centros de salud están totalmente desbordados, se forman ante ellos largas colas de pacientes, muchas veces bajo la lluvia, en espera de ser atendidos, las líneas telefónicas a las que llaman los enfermos están siempre ocupadas y los resultados de las pruebas PCR no llegan muchas veces o tardan en llegar.

Se trataba al parecer por encima de todo de salvar la economía, priorizándola sobre a la salud, y ahora corremos el riesgo cada vez más grave de que, a menos que se tomen medidas drásticas, no se terminen salvando ni la una ni la otra. ¿No se dieron cuenta esos nada empáticos neoliberales de que la salud de la economía depende de la salud de los que trabajan?

Ante todo de los que trabajan en el sector sanitario, médicos y enfermeras, que están totalmente desbordados y en su mayoría también desesperados porque quienes desde la política deberían estar poniendo todo de su parte para acabar con tan desesperante situación no den la impresión de estar haciendo otra cosa que echar balones fuera. Ellos si pueden decir que se han sentido solos.

¿Cómo se puede, por otro lado, preparar un plan de acción- si es que eso puede llamarse a la chapuza madrileña- sin consultar en ningún momento, según parece, al personal sanitario y a la sociedad civil, la que mejor conoce la situación y los problemas cotidianos?, como se preguntaba el otro día con toda razón la ex alcaldesa de Madrid Manuela Carmena.

Se anuncian además cosas que a uno se le antojan esperpénticas como es la de cerrar los parques, únicos pulmones de la ciudad, con el pretexto de que allí se celebran también reuniones familiares mientras en los transportes públicos se ven obligada a viajar como sardinas en las horas punta precisamente la gente de esos barrios del Sur cuyos movimientos extralaborales se trata ahora de limitar.

Claro que qué cabe esperar de una señora, la gran apuesta del líder del PP, Pablo Casado, que dijo en su momento que “nadie ha muerto en Madrid por contaminación” y que la capital de España estaba “haciendo las cosas bien” o que se preguntó si, tras la exhumación del cadáver del dictador Francisco Franco, comenzarían a “arder las iglesias como en el 36”.

Pero no echemos la culpa sólo al Gobierno incompetente de Madrid. El otro día muchos nos quedamos atónitos al escuchar al ex consejero de Sanidad del Gobierno vasco Rafael Bengoa asegurar en una entrevista radiofónica que “no ha habido un comité científico en España” dedicado al coronavirus y que en alguna comunidad autónoma incluso “eliminaron a personal de la salud pública que le estaba diciendo a los políticos que las cosas no iban bien”. ¡Lucha de egos, fracaso de la política!

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