La Provincia - Diario de Las Palmas

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Miren a ver

Antonio Cacereño

Del desatino a la lección

Lo ocurrido el pasado martes entre el muelle de Arguineguín en Mogán y la Plaza de la Feria de Las Palmas de Gran Canaria merece una detallada explicación a los vecinos de Gran Canaria, en particular, y de Canarias, en general, por parte de alguien. También lo merecen acontecimientos anteriores que Canarias viene padeciendo desde hace un año y medio -¡un año y medio!-. Dejar tirada a gente en la calle ya pasó el año pasado, no hay que remontarse demasiado. Pero nadie da explicaciones. Ni parece que lo piense hacer. Este martes, los responsables del Ministerio del Interior soltaron a 227 personas llegadas en pateras sin información alguna. Ninguna de ellas sabía dónde estaba, qué hacer, ni a donde ir. Quien los soltó no se preocupó siquiera de si esas personas iban a contar con comida, bebida o alojamiento. Alguien hizo de incendiario, y mientras no se dilucide quién no hay otra que pensar que fue el mandamás, por mis santos, el mismísimo ministro Fernando Grande-Marlaska. Qué decepción. El Ayuntamiento de Mogán, cansado de mantener el temple en una situación que desborda a su pequeño puerto pesquero y a su localidad, cayó en la desesperación y tomó la decisión de fletar tres guaguas para enviar a esa gente a la ciudad. Llegaron a la capital, un grupo se esfumó por las calles sin rumbo cierto, pero la mayoría se quedó en la plaza a la espera de alguna explicación, alguna indicación de qué hacer, de conocer cuál era su nueva situación en Canarias. Pero no llegó, salvo de vecinos, voluntarios de Cruz Roja y periodistas. Desde la Delegación del Gobierno la luz tras las cortinas, que se entreabrían de cuando en cuando para dejar entrever la nariz de algunos de los que gestionan, es un decir, esta región. Gentes muy mal preparadas aquí, en Madrid y en el conjunto de España dirigen nuestros destinos en el peor momento posible. ¿De verdad que nadie va a salir a explicar quién soltó a estas personas para enviarlas a la nada? ¿A dónde los mandó? ¿Al follón, al jaleo, al lío, a la provocación, a las garras de la confrontación y la xenofobia? Pudo pasar cualquier cosa. La mayoría de ellas de una gravedad sobrecogedora e inquietante. Entre tanto desatino, surgió la dignidad de una ciudadanía que se acerca con agua, leche, bocatas, paquetes de papas,... Una ciudadanía que comparte wifis de sus móviles y recibe bizum para entregar en efectivo algo de dinero, cinco, diez, veinte euros... a los desterrados de Arguineguín y enviados a los garfios de la cizaña.

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