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Joaquín Rábago

Papel vegetal

Joaquín Rábago

El cardenal defenestrado reclama diez millones de euros a un semanario

Diez millones de euros – sí, han leído ustedes bien, un uno seguido de siete ceros- es la cantidad que reclama el cardenal italiano Angelo Maria Becciu al semanario L’Espresso.

Le acusa de haberle difamado e influido en el Papa Francisco para que le apartase del alto cargo que ocupaba, dando al traste con sus posibilidades de sentarse un día, como al parecer ambicionaba, en la silla de Pedro.

Su Eminencia Reverendísima Becciu, que recibió precisamente del papa argentino la púrpura cardenalicia, acusa al semanario italiano de haber “adelantado al Santo Padre el contenido del artículo que provocó la pérdida de su posición en la jerarquía eclesiástica, con los consiguientes perjuicios”.

En su respuesta, el director de L’Espresso, Marco Damilano, califica en su último número de “increíble” que pueda sostener semejante tesis “un cardenal de la Iglesia que juró sacrificar su vida para defender al pontífice a quien debe su nómina”.

Becciu, que fue del 2011 al 201 Sustituto de la Secretaría de Estado, fue retirado del cargo prefecto de la Congregación para la Causa de Todos los Santos, y perdió al mismo tiempo sus derechos como cardenal.

Le acusan de haber transferido fondos de la secretaría de Estado a la disponibilidad personal de algunos familiares así como a una mujer de Cerdeña- Becciu es también oriundo de esa isla mediterránea- para que crease una supuesta red diplomática que defendiera a las nunciaturas en países de riesgo.

El propio Becciu anunció con total claridad ya el pasado 25 de septiembre cuál era el delito que se le imputaba: “El Papa me dijo haber recibido un señalamiento de los jueces según el cual habría cometido el delito de malversación. De los documentos y las pesquisas de la Guardia de finanzas italiana se deduce que he cometido ese delito”.

Lejos de arredrarse por la demanda del ex cardenal, el semanario insiste en que seguirá informando sobre ese mayúsculo escándalo vaticano. Y así, en su último número publicaba una carta en la que una mujer que tuvo un durísimo encuentro personal con Becciu le acusa de haber intentado destruir psicológicamente y reducir al silencio al sacerdote que fue su brazo derecho en la secretaría de Estado.

Según L’Espresso, Becciu transformó la primera sección de la Secretaría de Estado, encargada de coordinar todos los departamentos del Vaticano, en una especie de central de inversiones en los sectores más dispares: desde negocios inmobiliarios y petroleros hasta la producción cinematográfica, las aguas minerales, los bienes de lujo y la sanidad.

Para ello, tenía a su disposición dos cajas: la primera era la reserva anual para el funcionamiento de las estructuras vaticanas; la segunda, el llamado Óbolo de San Pedro, las donaciones de las diócesis y los fieles de todo el mundo destinadas a fines caritativos.

El cardenal gestionaba al parecer esos fondos con total discrecionalidad y en estrecha coordinación con un financiero romano provisto de pasaporte suizo que trabajó hasta el año 2014 para el banco Credit Suisse y que constituyó una sociedad llamada Sogenel Capital Holding además de gestionar otro fondo, el Centurion Global Fund Sicav Plc, de Malta, en el que el Vaticano invirtió cerca de 70 millones de euros en operaciones especulativas.

Las inversiones se destinaron a la compra de viviendas en algunos de los barrios más lujosos de la capital británica y en algún caso, como el de un bloque de apartamentos en la Sloane Avenue londinense, resultaron ruinosas: la Santa Sede perdió en esa operación 300 millones de euros.

Las inversiones inmobiliarias se produjeron después de que el Vaticano abandonara un negocio relacionado con el petróleo de Angola, país donde Becciu fue nuncio apostólico, y en el que actuó como intermediario un hombre de negocios que tenía estrechas relaciones con Isabel Dos Santos, hija del ex presidente del país y considerada como la mujer más rica de África.

Así mientras en los templos católicos de todo el mundo, los sacerdotes hablan a los fieles de compasión, de amor al prójimo y les anuncian la buena nueva, en el Vaticano hay quien se dedica a intrigas palaciegas y oscuros negocios a través de paraísos fiscales. ¡Buena forma de dar ejemplo!

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