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Trapicheando con la Corona

De la ensolerada reina Isabel, la jefa del sindicato monárquico, hemos sabido por una de sus últimas biografías que empieza a coger tono con un combinado con ginebra, sigue con una copa de vino y acaba el día con un vermú, adicciones que no aparecen o se solapan en The Crown.

De las interioridades de Felipe VI y familia no conocemos casi nada, ni cómo controla el monarca los ataques de melancolía que le dan cada vez que aparece una miga de pan sobre el reinado opaco de su padre. Pablo Iglesias y sus huestes republicanas promueven con escoplo y martillo un erosión monárquica con el convencimiento férreo (“cabezón”) de que el Rey acabará siendo deconstruido. Y Pedro Sánchez responde con una norma para la Corona, capaz de desglosar de manera no “inminente” dónde van a parar los cuartos que recibe la institución borbónica. Los objetivos de los dos socios son dispares y hasta irreconciliables: los socialistas se ofrecen de muleta a la Casa Real para abrir una célula de reflexión sobre el modus vivendi de Zarzuela, con sus cuentas, repartos, propinas, intendencias, papel higiénico y hasta los bebedizos que allí se consumen con el permiso del acendrado régimen de doña Letizia. En cambio, los morados alientan otro objetivo nada secreto: aprovechar la comisión de la subcomisión de la entrada del reinado en la contabilidad general para alcanzar la III República, y no para establecer un diálogo con el objetivo de tunear la monarquía. Visiones tan opuestas nos llevan a una pérdida de tiempo absoluto, a un desperdicio imponente del momento político y de la necesidad de concentrarse en la resurrección del país bajo el látigo de la pandemia. Podemos tiene toda la legitimidad del mundo para sostener sus ideas republicanas, y el PSOE la que considere para avanzar en la modernización y saneamiento de la monarquía. Pero de ahí a hacer creer que modelos tan diferentes pueden llegar a un punto de armonía va un trecho. Iglesias utilizará su estrategia para separarse cada vez más de Sánchez de cara a mantener candente una necesitada rentabilidad electoral. Los socialistas son los que más tienen que perder, al meterse en un berenjenal que les costaría caro a efecto de votos en el caso de un permanente e impopular acoso a Felipe VI, no admitido además por los jarrones chinos del partido. ¿Cómo contentar al socio? Esa es la pregunta en el aire. Por lo pronto, se habla de regular la Corona como título genérico.

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