La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Alfonso González Jerez

Retiro lo escrito

Alfonso González Jerez

Pedir y dar

Mis ojos arrasados –había estado leyendo a un novelista canario – cayeron involuntariamente sobre una noticia en la pantalla del ordenador: “Nueva Canarias pide al Gobierno agilizar al máximo todos los procesos de contratación”, según la grey de Román Rodríguez, “para inyectar liquidez al tejido productivo, crear empleo y ayudar a los más vulnerables”. Si, como lo oyen o lo leen: Nueva Canarias ha decidido emular a Podemos. Quizás porque se han quedado con los mismos diputados: cuatro. Una ocasión para recordar como ambas organizaciones perdieron bastantes votos en los comicios autonómicos de 2019, en especial, Podemos, que pasó de siete diputados a cuatro, lo que tampoco estimuló demasiado la autocrítica. Como suele ocurrir con la llegada al poder, todos los desfallecimientos y errores quedaron olvidados, o lo que es lo mismo, perdimos más del 30% de los votos, pero ganamos una consejería y estamos convirtiendo la limosna en un derecho inalienable.

Por supuesto, lo que intenta el señor Luis Campos, el hombre de las camisas arremangadas, es lo mismo que procura en su inacabable producción tuitera la señora Noemí Santana: usurpar el papel de la oposición sin dejar de ser gobierno. Es un rasgo comportamental que además responde a razones de fondo en la evolución de los sistemas parlamentarios. En realidad los grupos parlamentarios –aquí y en todas partes –carecen de cualquier autonomía frente a Gobierno, y muy particularmente, los grupos parlamentarios que apoyan y sostienen al Gobierno. Los partidos, en la Cámara, que es casi el único lugar en el que existen, juegan un papel de coros y danzas alrededor del Ejecutivo y el aparato burocrático que se suele llamar administración pública. En la práctica los grupos son instituciones simbólicas – con un ligero perfume ideológico – cuyo principal papel es brindar legitimación más o menos cotidiana al ejercicio del poder gubernamental. En la vieja (y sana) doctrina democrática y liberal el Gobierno dependía de los partidos que los sustentaban; en la realidad del parlamentarismo del siglo XXI son los grupos parlamentarios de la mayoría los que dependen del Gobierno y de sus dirigentes, que controlan con cierta eficiencia la dinámica interna de los partidos y deciden – o tienen una considerable influencia – en la confección de las listas electorales.

En ese contexto organizaciones como NC y Podemos –socios minoritarios en el Gobierno – pueden al mismo tiempo festejar los reales o imaginarios logros del Ejecutivo y solicitar decisiones que toman o no sus propios compañeros en el seno del gabinete. Por supuesto, tales solicitudes son comunicadas al consejero o al director general de turno antes de hacerse públicas. Es una pequeña estafa democrática, un bobalicón juego de manos, una ligera tomadura de pelo al respetable tan poco respetado al que los más cursis (y los más cínicos) llaman “el pueblo”. Un paso más es el que ha dado, con absoluta impudicia, Pablo Iglesias, que para explicar la acomodada parálisis de su partido en la hora crítica de conseguir los cambios que antes se exigían y ahora no –por ejemplo, en las tarifas eléctricas -- ha puntualizado que están en el Gobierno, pero no en el poder, porque el poder son las grandes empresas, los multimillonarios, los bancos y tal que así. Es realmente complejo ser tan sinvergüenza: el revolucionario que llamaba a asaltar el cielo ha conseguido ser vicepresidente del Gobierno para decirnos, con una sonrisa burlona, que un vicepresidente del Gobierno no puede bajar las tarifas eléctricas, compañeros, quechelevaacher. La próxima vez vótenle para presidente de Endesa, de Inditex o del Banco de Santander, y asunto arreglado.

Compartir el artículo

stats