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Lamberto Wägner

Tropezones

Lamberto Wägner

Ojo de halcón

Recuerdo haber lamentado en artículos anteriores cierto carácter clasista del tenis. Se me replicará que el críquet, o el polo, por no hablar del golf, se llevan la palma en ese sentido. Y es cierto; el críquet requiere una superficie de césped mayor que la de un campo de fútbol, un terreno de polo casi dos campos, y 18 hoyos de golf ni te cuento. Sin mencionar que si el jugador de golf precisa la asistencia de un caddie, un partido de polo no se puede llevar a cabo sin la colaboración de 8 caballos. Pero ninguno de estos deportes requiere, como el tenis, la asistencia de 6 recogepelotas y la presencia de nada menos que 13 jueces para arbitrar un individual de campeonato. Hace unos años se prescindió de uno de ellos: el juez que se sentaba junto a la red, con el dedito índice apoyado en la cinta controlando el posible roce de la pelota en el momento del servicio, para en tal caso repetir el saque. Dicha medida se adoptó al sustituir la intervención humana con un sensor colocado en la cinta, que acusaba electrónicamente con mayor precisión el posible contacto de la bola con la red. El ojo de halcón (hawk-eye), puesto en marcha para dirimir situaciones dudosas en el juego del críquet, se aplicó al tenis en 2002, constituyendo una valiosa herramienta para dilucidar el punto de contacto de la bola en la proximidad de las líneas. Pero hete aquí que en el año 2020, a resultas de la pandemia del Covid, se introdujo un “hawk-eye live”, que viene a ser un ojo de halcón en vivo y en directo que controla todos los botes de la pelota, remitiendo dicha información instantáneamente al juez de silla. La implementación de este último sistema hacía superflua la presencia de nada menos que 10 jueces de línea, con la consiguiente disminución del riesgo de contagio de parte importante del cuerpo arbitral. Como consecuencia de ello, muchos amigos tenistas me comentan satisfechos que: “Por fin el tenis se está democratizando” y que la supresión de tanto juez de línea por fuerza habrá de facilitar la economía de medios en este deporte y por tanto su inevitable auge. Pues no estoy yo tan seguro. Veamos. El gran número de jueces se produce únicamente en los grandes torneos, los ATP 1000 y los grand slams, donde además los liniers suelen ser voluntarios, encantados de apoyar al tenis de su ciudad, y reclutados a menudo en los clubs del entorno. Y es que el trueque por un control electrónico tampoco sale gratis. Técnicamente un ojo de halcón no es un ojo, sino un conjunto de hasta 10 cámaras de alta velocidad, que graban cada una 150 imágenes por segundo, procesadas por ordenador y que por un sistema de triangulación reproducen gráficamente en 3D el punto de impacto estimado de la bola.

Un dispositivo de ojo de halcón puede salir por unos 50.000 $ por pista. Por lo que se ve no muy rentable a nivel de clubs. Pero es que el sistema aplicado en estos tiempos de Covid, con información instantánea al juez de silla es todavía más sofisticado y costoso, fuera del alcance de torneos por debajo de los ATP 500. Y no digamos nada del novedoso sistema Foxtenn, de grabación directa en vídeo a cámara lenta, con no menos de 40 cámaras capaces de registrar 2.500 imágenes por segundo, filmando a nivel de pista con insuperable precisión.

Si quieren mi opinión, creo que quien de verdad celebra la posible desaparición de los liniers es Novak Djokovic, que tras propinarle un involuntario pelotazo en el US Open de 2020 a una linier que se desplomó sobre la pista, hubo de afrontar una humillante descalificación.

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