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Alfonso González Jerez

Retiro lo escrito

Alfonso González Jerez

Patria

Yo no amo mi patria porque el amor es cosa de dos. La nobleza abstracta de un pueblo, la generosidad no menos abstracta y voluntarista, el heroísmo frente a los invasores, sean moriscos, piratas holandeses o langostas, la fantasía paleolítica de buenos salvajes bebiendo leche de cabra en un edén milagroso, la belleza de nuestras mujeres con mucha nieve en el semblante y fuego en el corazón, la morena galanura de nuestros hombres, que no excluye quizás un tesoro de ternezas entre los maltratadores y asesinos de henchido corazón, la piltrafa del brazo de Horacio Nelson sobre el que se acertó de chiripa, la rendida mariolatría hacia imágenes policromadas que derivó en la primera versión del footing, conocida como procesión, el profundo sentido de la amistad basado, como en todas partes, en el aburrimiento y las mentiras compartidas, los volcanes, siempre que no estén en activo, el salitre, una asquerosa molestia elevada a signo identitario, el cielo azul y no verde ni amarillo, el prodigio ilimitado de estar rodeados de agua, el orgullo de ser un crisol cultural pero de dónde han salido tantos negros vendiendo pulseritas y que se los lleven lejos porque sufro demasiado por ellos, el potaje de berros, las loas al cochino negro, la lluvia milenaria de La Laguna, un canario volando lleva un letrero, ya no quiero más jaula ni carcelero pero luego vota lo que vota ayer hoy y siempre, la arena indescifrable de las playas, la unidad, lo importante es la unidad, la unidad de todos sobre todo, porque Canarias, como el sorondongo, es un baile bonito, la cantan los pobres y la bailan los ricos.

Yo, sinceramente, no vibro, no me pasmo, no me deshago en semejantes maravillas. Soy reo de alta traición canarista pero, como José Emilio Pacheco en un pequeño y sabio poema, no quitaría ninguna vida, pero quizás si arriesgaría la propia –lo hago y lo hacemos a diario – por otras cosas y memorias.

Las risas de las dos en la mañana todavía por usar.

Las últimas y temblorosas luces del día afantasmando el puerto.

La noche tibia en La Graciosa. Algunos paseos por Las Canteras y la sombra de El Teide. La conversación del agua en La Caldera de Taburiente. Nadar en la diminuta bahía de Tamaduste mientras fuera ruge el mar embravecido por tanta pachorra y delicia.

Cualquier obra de Teobaldo Power que no sea Los cantos canarios. La decencia fracasada e invencible de José Murphy.

Los amigos sacudidos por una risa tan incontrolable que cayeron y rodaron juntos por el suelo y siguieron riendo.

Aquella discusión en la ventolera de El Médano que no ha terminado.

Los amaneceres iluminando el pecho después de descubrir, atónito, que te querían.

El sabor inconfundible de sobrevivir a lo mejor y a lo peor deslizándote por los domingos necios y crueles de Santa Cruz de Santiago de Tenerife.

Las voces de Olga Cerpa y Alfredo Kraus, el contrabajo de José Carlos Machado, el piano de Polo Ortí, la música de Laura Vega.

La prosa de Viera y Clavijo y la poesía de Luis Feria.

La pintura de Gonzalo González.

La maravillosa entrevista que le hizo y no pude hacerle Luis Álvarez Cruz a Nijota, quien se volvió invisible en cada pregunta.

Tú.

Así no se puede ser un patriota.

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