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Lamberto Wägner

Tropezones

Lamberto Wägner

¿»Yónatan, Yonatan, o Yonatán»?

Mi amigo americano Jonathan trataba el otro día de aleccionarme sobre la superioridad de su idioma, comparado con el español, objeto de sus estudios universitarios.

De entrada no quise hacer sangre sobre si al hablar de «su» idioma se refería al inglés o al americano, tan dispares tanto en su pronunciación como en su ortografía. Pero cuando entró en el capítulo de la escritura ya no pude contenerme.

Mira Jonathan, en vuestro idioma, cuando habláis de un traje, lo escribís «suit», pero lo pronunciáis «siut». El mal se escribe «evil», pero hablado se dice «ivel». Nunca sabe uno a qué carta quedarse. Y en los gentilicios del idioma americano tampoco es que mejoren las cosas. ¿Cuando habláis de vuestro ex presidente Reagan, lo pronunciáis «Regan»; sin embargo cuando escribís «please» verdad que decís «plis», y no se os ocurriría pronunciarlo «ples»? Pues para más INRI tenéis otro político cuyo nombre se escribe Regan, y cual crees que va a ser su vocalización. Pues agárrate, se hace llamar «Rigan».

Y en los nombres de algunos estados americanos también reina la confusión; a título de ejemplo, un estado como Florida, se pronuncia en americano «Flórida»

Pero tú fíjate, que si aplicáramos las exquisitas reglas de escritura del idioma español , ya en la ortografía de tu estado no tendríamos la menor duda sobre cómo habría de pronunciarse, pues estamos ante una palabra esdrújula, que por lo tanto se acentúa en la antepenúltima sílaba, lo que nos delata inequívocamente la tilde, que adorna la tercera letra del nombre. Porque el español tiene otra arma extraordinaria en su panoplia, de la que carece tu idioma materno: los acentos o tildes, que con su oportuna presencia, cual boina sobre la letra, despejan cualquier duda sobre qué sílaba enfatizar en cada momento.

Y es esta por cierto otra de las agradecidas características del idioma español, la proximidad de la escritura a la oralidad. Si te sabes cuatro reglas básicas, que ya debes conocerte de memoria si estás en la universidad, no tendrás nunca la menor dificultad en pronunciar correctamente cualquier texto que te pongan por delante para su lectura, aunque sea la primera vez que lo veas.

Al agrupar toda palabra en una de las tres categorías, llanas, agudas y esdrújulas, cada cual con su condicionante de acentuación (con alguna excepción. lo admito. pero que no hace sino enriquecer la regla) nunca estarás indefenso cuando te hagan leer el Quijote en voz alta, como es tradición en la conmemoración del cumpleaños de Miguel de Cervantes.

Y para acabar de convencerte, hagamos la prueba con una palabra para ti sin duda entrañable: tu nombre de pila.

¿Según la lógica del inglés, cómo habría de pronunciarse Jonathan? ¿»Yonatán» tal vez, si nos barruntamos que la palabra es aguda? ¿O Yonatan. si creemos que pueda ser palabra llana, y que deba pronunciarse por tanto como «Pelanas»? No lo sabemos. Pero no tendremos ni la más ligera duda si acentuamos tu nombre en español, otorgándole la entonación esdrújula que desde tu bautizo le es propia; «Yónatan». Que además creo que te cuadra mucho mejor que una terminación aguda, tipo Leviatán.

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