La Provincia - Diario de Las Palmas

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Miren a ver

Antonio Cacereño

Sobre Pepe Tristán

Aunque tenía 72 años y peinaba unas portentosas canas te podías encontrar a Pepe Tristán ante la poderosa modernidad de un concierto de Josele Santiago o de Maika Makovski sentado en una mesa de cabaret bajo una tenue luz con un on the rocks a mano. Pero también en la ópera o un concierto de música clásica en auditorios o teatros de la ciudad, en una conferencia sobre arquitectura y urbanismo, en una exposición de pintura o escultura, en una librería... O contribuyendo a animar y agitar algunas de las pandillas de contertulios en las que se aborda lo divino, lo humano, lo de más acá y más allá en la Plazoleta de Farray, el Parque de Santa Catalina o cualquier otro rincón de Las Palmas de Gran Canaria de Triana a Guanarteme y viceversa. Hasta en redes sociales deja huella.

Era un impulsor de la educación y de la cultura, del diálogo, del intercambio de pareceres, del análisis, del humor y la risa sana. De la democracia y del ejercicio de la ciudadanía. Valores y virtudes que derrochaba con quien quisiera sentarse a su lado o compartir parte del camino. Eso sí, el Día de la Rama de Agaete, el 4 de agosto de cualquier año, lo suyo era encontrárselo de cháchara y enyesques a la sombra del árbol de la esquina del Perola. José Fernando Tristán Pimienta, Jose o Pepe, para todos, ha sido un personaje con mayúsculas de su ciudad, Las Palmas de Gran Canaria, por la que tanto trabajó, de su isla y de parte del extranjero, Tenerife incluida. Un socialista de labor discreta, tejedor de acuerdos con propios y extraños y querido, muy querido.

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