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Luis M. Alonso

Sol y sombra

Luis M. Alonso

La ilógica moral de un respaldo

Puede que la política no sea del todo un asunto de locos, aunque en este país sí lo parece. Me refiero no a la política como ciencia, ni a la política en general, sino a la actividad que tiene que ver con los que gobiernan o aspiran a gobernar. Tenemos por ejemplo, el caso de EH Bildu, que ha pasado de ser el brazo melancólico de ETA a sostener la legislatura de Sánchez apoyando los presupuestos generales del Estado, al mismo tiempo que convoca «movilizaciones masivas» por la independencia vasca. Por mucho que busquen en las esquinas de la historia, incluso por debajo de las alfombras, jamás encontrarán algo parecido. Un partido que quiere romper el país se presta a respaldar al Gobierno que lo representa a cambio de influencia. Ya se pueden imaginar con qué intenciones. Pedro Sánchez repitió que jamás pactaría con los proetarras y ahora tiene a Arnaldo Otegi de principal aliado estratégico.

La jugada no tiene que ver siquiera, por si a alguien se le ocurre pensarlo, con la lógica de teólogo Niebuhr. El realismo político agustiniano es demasiada teoría para definir este movimiento sencillo con el que Sánchez pretende mantener el control de la legislatura a toda costa. Lo lleva a cabo en contra de la palabra dada y de los intereses del país; muchos de los ciudadanos ven con repugnancia y preocupación cómo un sujeto que militó en la banda terrorista y fue condenado por ello se sitúa en el primer plano de un acuerdo económico nacional mientras sigue adelante con su proyecto rupturista. Igual que sucede con ERC. ¿Dónde está entonces la ventaja de pactar con los enemigos del Estado? No hay que buscar, ya digo, la ilógica moral y teórica de esta jugada en la llamada realpolitik que opera por necesidad, sino en el cesarismo particular del presidente del Gobierno que está decidido a otorgar más cesiones e influencia a sus socios independentistas con tal de salirse con la suya.

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