La Provincia - Diario de Las Palmas

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Volando bajito

Marisol Ayala

Serrat dice adiós

Juan Manuel está despidiéndose. Deja los escenarios en diciembre del año que comienza. Más de cincuenta años subiendo y bajando. Será su último encuentro con los que le hemos aplaudido sin tregua. No, Serrat no que esté cansado, pero escucho entre sonidos que no tiene ganas de batallar contra aforos limitados o la crisis del sector. Sin embargo para él la crisis musical no existe, de hecho desde que anunció su retirada ha vendido todas las localidades en las que dirá adiós. Se despedirá con una gira por todos los escenarios que lo contraten y al final llegó el final. Como millones de personas Serrat es una de mis debilidades.

La primera vez que lo vi actuar era una chiquilla y la última en el Gran Canaria Arenas hace un par de años. Lo he seguido y perseguido. Recuerdo una entrevista que le hice en el descanso de una actuación en el campo de fútbol El Hornillo (Telde). En mi adolescencia decidí que aprendería a tocar la guitarra para sacar sus canciones y eso hice y sigo haciendo. La primera canción que saqué, con la que martilleé a la familia, fue Curro el palmo y la segunda debió ser Mediterráneo y ya el infinito. Por ahí tengo una foto juntos en el aeropuerto de Gran Canaria fumándonos un cigarrillo sin filtro, yo regañada. Esa vez actuó en Las Palmas de Gran Canaria y al término del concierto sus músicos y amigos nos unimos a una cena que alguien reservó en El Fuji, el japonés de Fernando Guanarteme al que Serrat venía cuando estaba en España para disfrutar de sus manjares.

Cuando estos días le han preguntado si no le tiene miedo al abismo, a parar, su respuesta fue un «no sé cómo se prepara uno para eso», pero concluyó, «hay que pasar página». Hace unos días le escuché hablar por primera vez de su compañera Candela. Escueto: «ha sido fácil».

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