La Provincia - Diario de Las Palmas

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Reflexión

Uno bueno y el estado ideal

Qué hace a uno bueno y a un estado ideal? Pregunta inevitable y frecuente. Platón intentó resolverla, pero sigue, sin lugar a duda, sus respuestas sin convencer y sin ser viables. Quizás sea una aporía, como diría Sócrates, un camino sin salida. Una lógica insuperable. Incluso hoy puede provocar risas y burlas la íntima preocupación por ofrecer una respuesta. Me pregunto, ¿cómo sería un diálogo socrático entre los ciudadanos de la polis de hoy?, ¿cuáles serían sus respuestas a este asunto?, ¿hemos avanzado o estamos en el mismo punto?, ¿quizás la felicidad sea la actividad única de la razón?, ¿atravesamos otro problema?, ¿qué es la felicidad y ésta tiene que ver con el estado?

Nacimos como humanidad, unos piensan de la nada, otros del cosmos y se observó el mundo sin saber nada de él. Homero en La Odisea nos describe a un hombre sediento de conocimiento que va en su búsqueda y sus héroes asumían su responsabilidad, incluso la de sus crímenes. En cambio, hemos llegado a un relativismo radical, donde no se cuestiona al gobernador, sino al sujeto y a la historia. No obstante, parece alumbrar la idea de que el propósito parece relevante, pero el medio y el camino suelen iluminar el objetivo, y adquirir también su propia significación. Esto sí lo sabemos. Además, con el tiempo se viene prestando mucha atención a los procedimientos para elaborar juicios que se perciben como verdaderos.

Muchas preguntas y respuestas se han dado y se ofrecen, aunque fueran absurdas. Es lo de menos. Lo absurdo es revelador. Se ha tenido la necesidad de comprender el mundo. ¿Hoy se comprende el mundo? Más bien, como decía Alan Kay -un gran científico computacional- «la mejor forma de predecir el futuro es inventarlo». La confusión que genera el relativismo radical tiene sus raíces en el combate de la razón como el ideal de la felicidad y lugar de las decisiones adecuadas. La realidad, desde la Ilustración, se aleja de este axioma, fundamentar la razón como la creadora de una serie de monstruos. Muchas cosas han ocurrido y podrían ejemplificarse como monstruosas, producto de la acción humana o por su permisividad insensata. Entonces no es de extrañar un giro hacia la subjetividad. Al presente como único tiempo posible, y la ironía como arma. ¿Algo se quedará al descubierto?

Las narrativas actuales a través de la colección de datos generan un mundo disruptivo y más complejo. Tener narrativas que nos emocionen es cada vez más importante. Las grandes compañías lo saben. La imagen, su protagonismo, genera múltiples y diversas narrativas. Los selfis generan narrativas en imágenes de uno. Detrás de una pantalla, en el anonimato, construyo una narrativa de mí. Mi memoria autobiográfica en la prolongación de mi brazo, no tengo nada, despojados.

Menos mal que la naturaleza de las cosas obliga a ir y regresar al punto de partida, diría Anaximandro de Mileto. Vivir es olvidar, estar en un estado de sueño. Si la muerte fuera el final de todo sería la felicidad para los malos. Es cierto que cada vez hay más información pero menos significados, quizás por esto no podemos resolver como polis la pregunta inicial de este artículo.

No obstante, la libertad, no los que hablan en su nombre, aún no ha llegado al microcosmos donde nos movemos los súbditos. Lo trágico es vivir como si la libertad nos la hubieran dado en un bazar o en un McDonald. El silencio siempre ha dicho algo, y esta vez también lo hará. Espero que no se cumpla el aforismo de Nietzsche «quien sepa mandar encontrará a quienes sepan obedecer».

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