La Provincia - Diario de Las Palmas

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Marrero Henríquez

Escritos antibélicos

José Manuel Marrero Henríquez

Elogio de la lentitud

En Marte no se puede hablar como en la Tierra porque el sonido se propaga a una velocidad menor que en el planeta azul y porque las frecuencias bajas llegan al receptor mucho después que las frecuencias altas. No se puede hablar como en la Tierra y tampoco se puede escuchar nada como se escucha en la Tierra.

¿Cómo sonará la música en Marte? Nopólemo especula sobre el asunto. Tal vez, al haber ese diferencial de velocidad entre unas frecuencias y otras, un clásico como Bach acabe sonando a reguetón, que es decir a caca de la vaca, y el reguetón, que es decir caca de la vaca, a Bach. Si fuese así, Nopólemo piensa que no estaría mal enviar a Marte a todos los reguetoneros, y también al Dj tal y al Dj cual; allí, en Marte, sonarían como los ángeles, y hasta el autotune o autoafinador, esa maquinita que convierte en horrible lo que ya es horrendo, sería en Marte soportable.

En Marte cuando la mamá advierte a su niño que no se coma los mocos será demasiado tarde pues la lentitud de la velocidad del sonido habrá permitido que esos mocos ya hayan sido deglutidos e incluso digeridos, y quién sabe si también defecados. La diferente velocidad de las frecuencias altas y bajas puede incluso que transforme el mensaje de la mamá y que su grito de enfado por que eso de comer mocos es un feo hábito llegue al pabellón auditivo del niño como una invitación a darse el festín del siglo. Al fin y al cabo, tampoco es para tanto, piensa Nopólemo, pues ¿quién no se ha comido los mocos alguna vez en la vida?

Las cosas podrían tornarse mucho más complejas en Marte al tratarse de otros asuntos. Las parejas que se hablan con mala educación y se faltan el respeto tal vez triunfen en el planeta rojo, pues los insultos podrían ser percibidos como alabanzas y los desprecios como carantoñas. Los que declaran las guerras tal vez en Marte suenen como amables corderitos y firmen, sin quererlo, tratados de paz, los que practican la maledicencia para hundir a los adversarios puede que sean auténticos aduladores en Marte, los adalides del consumo de combustibles y de la producción creciente del llamado «desarrollo» en Marte serán estoicos frugales.

Nopólemo enciende el televisor y hace zapping. En apenas unos minutos empieza a sentirse mareado. Ha visto y oído reguetón, parejas que se insultan, bombardeos a civiles, contaminación, fraudes, peleas, corrupción, deforestación, robos, asesinatos, guerras. A gran velocidad ha presenciado muchísima violencia y agresividad y ninguna amabilidad ni tranquilidad. Todo tragedias, nada de comedia ni de lírica. ¿Dónde está, se pregunta Nopólemo, en Marte o en la Tierra, en el planeta rojo o en ese planeta en su día azul y cada vez más gris?

La pregunta es retórica porque Nopólemo sabe que está en la Tierra, aunque ha de admitir que siente que el planeta otrora azul y ahora grisáceo que es su casa le resulta cada vez más extraño, tan lleno de marcianos como está. No es Nopólemo un tiquismiquis, pero tiene claro que si se enviaran a Marte a violentos chulescos, consumidores compulsivos, djs de tomo y lomo, contaminadores a destajo, fervorosos del plástico, viciados de tik-tok, autotuneros, políticos corruptos, reguetoneros machistas, enchufados a videojuegos y colgados del móvil el planeta tierra recobraría cierto primor y más aún si a algún lumbreras de la cosa pública se le ocurriera la simple y brillante y radical idea de reintroducir en los planes de estudio de los muchachitos adolescentes la filosofía y fortalecer las Humanidades.

Si todo eso sucediera, el beneficio sería mutuo. Bueno para terrícolas y bueno para marcianos. La Tierra se haría un planeta más limpio y habitable, y Marte también, pues en Marte la velocidad del sonido es tan lenta y dispar que todo el ruido y el desperdicio que a su superficie se llevara quedaría inmediatamente convertido en pacífica música celestial y ambrosía de los dioses.

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