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Xavier Carmaniu Mainadé

Entender + con la Historia

Xavier Carmaniu Mainadé

La pobreza eterna

Algunas voces alertan de que el otoño puede ser económicamente complicado por culpa de la situación internacional. Para muchas familias que llevan tiempo haciendo equilibrios para salir adelante, no será novedad. 

Desde hace días, los analistas económicos advierten de que el otoño puede ser complicado para muchas familias por culpa del encarecimiento de los productos básicos y de las facturas de la luz y el gas. Porque como dice el adagio apócrifo, todo sube menos el sueldo.

De hecho, desde el tercer sector hace ya un tiempo que avisan de que tener un salario no garantiza esquivar las dificultades. Estamos en el siglo XXI y hay trabajadores que pese a hacer más horas que un reloj no salen adelante. Lo triste es que a pesar de haber recursos para todos, siempre ha habido pobres en todas partes. Da igual el siglo que se mire y dónde se mire, las desigualdades son eternas. Ahora bien, el tratamiento de la pobreza ha variado en cada época.

En la Edad Media, por ejemplo, la mayoría de la población vivía en la miseria, pero como apunta el historiador francés Jacques Le Goff, la riqueza no era tener mucho dinero porque en esa época la sociedad no estaba tan monetizada. La desigualdad se basaba en el privilegio de unos pocos y la pobreza se vivía como una fatalidad inevitable. En palabras de nuestro tiempo, se podría decir que se tendía a romantizarla, pues se vinculaba a la riqueza espiritual. Buena prueba de ello es que surgieron órdenes religiosas mendicantes como franciscanos, dominicos y agustinos. Además, la Iglesia realizaba labores asistenciales en los hospitales y asilos para los que no tenían nada. Eso sí, sin ir a la raíz del problema, porque si eras pobre era por voluntad de Nuestro Señor, y ya se sabe que sus designios son inescrutables.

A medida que avanzó la Edad Media y crecieron las ciudades y el mundo comercial, el tipo de pobreza cambió. Ya no eran campesinos pendientes de las cosechas, sino gente que malvivía en las zonas urbanas. A partir de ahí hubo un proceso de criminalización de los pobres que fue en aumento a lo largo de los siglos posteriores. Quien era pobre era un potencial delincuente y tenía que ir a prisión. O a sitios peores. En el siglo XVI, en Francia les detenían y les obligaban a trabajar de forma forzada o se les enviaba a galeras. En Inglaterra idearon las workhouses, donde los encarcelados eran obligados a desempeñar diferentes oficios.

Fue precisamente en las Islas Británicas donde la pobreza alcanzó un nuevo estadio con la llegada de la Revolución Industrial. La población campesina abandonó el campo deslumbrada por la idea de recibir un sueldo fijo y cientos de miles de personas corrieron a engordar la población de las ciudades, que no pudieron absorber ese crecimiento desmedido. Además, los salarios eran tan bajos que no había forma de escapar de la pobreza, al igual que ocurre hoy en día en nuestro país.

No es extraño que en ese contexto de desigualdades extremas ganaran peso organizaciones de clase como los sindicatos y los partidos políticos. Los trabajadores aprendieron nuevas palabras como anarquismo, socialismo, comunismo... Ante esto, a alguien le puede llamar la atención el hecho de que el primero que intentó remediarlo fuera uno de los políticos más conservadores de Europa: el prusiano Otto von Bismarck, que en 1883 empezó a instaurar un rudimentario sistema de seguros obligatorios para los trabajadores en caso de enfermedad. Si lo hizo, fue para frenar el cada vez más potente movimiento socialista que se estaba fraguando en Alemania.

También fue la presión desde la izquierda lo que posibilitó la generalización del Estado del bienestar en Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Era la forma de apaciguar las ansias comunistas de muchos trabajadores que soñaban con un mundo más justo. Y por un momento pareció conseguirse. Pero entonces llegó la crisis del petróleo de 1973 y la década de 1980.

Desde entonces tiene mucho predicamento la idea de adelgazar el Estado para ahorrar costes. Mientras tanto, las reestructuraciones económicas han dejado a gente en el paro con vidas precarias que, al no poder ser atendidas por la Administración pública porque no tiene recursos suficientes, son atendidas por oenegés, a veces vinculadas a la Iglesia católica, como si volviéramos a la caridad de la Edad Media. 

Descontento

Protestas sociales en la Edad Media

La gente nunca se ha resignado a la pobreza y a menudo las desigualdades han derivado en revueltas, incluso en la Edad Media. Por ejemplo, en 1378 en Florencia hubo una protesta contra banqueros y negociantes, y en Cataluña, en el siglo XV, se organizó el Sindicato Remença, formado por campesinos que lucharon para abolir los malos usos que sufrían por parte de los señores feudales.

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