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El ojo crítico

Los extremos siempre se tocan

Los abucheos y protestas de independentistas radicales catalanes que se pudieron escuchar, hace unos días, durante la mañana en que se se recordó en Barcelona el quinto aniversario de los atentados de la Rambla, volvieron a recordarnos qué frágil es la democracia y lo sencillo que resulta inventar teorías conspiratorias a partir de la nada. Si no fuera por la gravedad de los atentados y por todas la muertes y heridos que generaron estos atentados, la sola idea de pensar que fueron pensados y llevados a la práctica por el Gobierno español para perjudicar a Cataluña, idea que defienden los independentistas radicales conspiranoicos, no llevaría más que a la risa por la ridiculez y la necedad del pensamiento. El problema surge cuando pequeños grupos de personas están dispuestos a hacer el ridículo de manera pública sin el menor rubor defendiendo teorías conspiranoicas sin ningún sentido ni lógica y además lo hacen con una vehemencia cercana a la violencia física y verbal.

En los últimos años nos hemos ido acostumbrando a que comportamientos y actitudes que pensábamos propias de la ultra- derecha norteamericana se hayan extendido en la sociedad española gracias a la recepción que ideas lunáticas han tenido por parte de medios de comunicación de ultraderecha imitadora del trumpismo y de los herederos del franquismo, dos grupos siempre deseosos de encontrar argumentos hasta debajo de las piedras con los que atacar a la socialdemocracia, a la libertad de homosexuales y mujeres y a la intervención del Estado para eliminar las desigualdades sociales.

La mayor teoría de la conspiración en la historia de España surgió con el atentado del 11M de Madrid en 2004. Durante años tuvimos que escuchar y leer noticias disparatadas propias de lunáticos que aseguraban que este terrible atentado fue ideado y orquestado por grupos de policías en connivencia con el PSOE para desalojar de la Moncloa al Partido Popular. Semejante barbaridad fue pregonada a los cuatro vientos por periódicos, televisiones y radios de extrema derecha y ciertos políticos de derecha también que no dudaron en dar carta de veracidad a esta teorías a pesar de que como miembros del Congreso de los Diputados tenían acceso a toda la información que se tiene sobre el 11M. Surgieron los autodenominados Peones Negros, un grupúsculo de ultraderecha al servicio del Partido Popular especializado en teorías de la conspiración y en la generación de noticias falsas con las que perjudicar al PSOE y desprestigiar los órganos del Estado, judicial sobre todo, que no les da la razón en sus estrambóticas y absurdas teorías.

El último gran caso de conspiranoia en España tiene que ver con la pandemia por Covid-19 y el descubrimiento de la vacuna contra esta enfermedad. Todavía hoy día se puede escuchar en medios de comunicación minoritarios y sobre todo en el oscuro mundo de las redes sociales a seudocientíficos alertando contra unas supuestas consecuencias de la vacuna contra el Covid. Personas a las que no les importa hacer el ridículo y que con el mayor desparpajo despotrican contra evidencias científicas, esa clase de evidencias que han conseguido que el hombre abandonase las cavernas.

La sociedad española y la democracia deben enfrentarse de manera clara a todos estos personajes que lejos de tener alteradas sus facultades mentales conocen muy bien el alcance de sus opiniones. Su fanatismo y su radicalidad crece de manera centrífuga con cada declaración que hacen, con cada noticia que se publica o televisa y con cada intervención en alguna red social. Que el trumpismo haya echado raíz en España es sin duda alguna una muy mala noticia. Lo primero que tendría que darse para que poco a poco dejase de estar de moda hacer el ridículo de manera pública proclamando teorías de la conspiración, es que políticos de derecha e independentistas catalanes dejasen de dar carta de veracidad de manera velada a todas estas ideas ridículas.

Resulta curioso que extremos tan opuestos como son la ultraderecha y los ultranacionalistas catalanes independentistas tengan un modo de proceder tan parecido. Al ser sus ideas rechazadas por las urnas y objeto de mofa no dudan en echarse a la calle con pancartas y símbolos propios para conseguir una cierta publicidad. Ponerse a gritar en el minuto de silencio en recuerdo de los atentados de la Rambla de Barcelona resulta tan lamentable como inventarse responsables del atentado del 11M de Madrid o decir que la vacuna contra el Covid-19 busca controlar a la sociedad gracias un chip que se introduce en el cuerpo de los vacunados.

En el fondo no es más que tratar de conseguir un poco de publicidad y de protagonismo por parte de personas cuyas anodinas vidas no dan para mucho. Siento decir a los conspiranoicos que sus ideas contra las vacunas contra el Covid-19 o de supuestos autores intelectuales de los atentados que he citado no son más que un fallido intento por parecer algo que no son. Pasarán a la historia como ignorantes y zafios.

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