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El mundo por de dentro

Antonio Balibrea

Procesar a Trump por golpista (y II)

Hombres astutos, ambiciosos y sin principios podrán subvertir el poder del pueblo y usurpar para sí las riendas del gobierno» advirtió George Washington, en 1796, en su discurso de despedida, que la democracia estadounidense era frágil, dijo el primer presidente norteamericano. Dos de sus sucesores, Richard Nixon y Donald Trump, demuestran la asombrosa genialidad de la previsión de nuestro primer presidente» (Carl Bernstein y Bob Woodward en el nuevo prólogo a la edición del 50 aniversario de “Todos los hombres del presidente” publicado en el Washington Post (5 junio de 2022).

El Comité del Congreso del 6 de enero ha dejado constancia de la relación de Trump con el asalto al Capitolio en enero de 2021. Todavía queda por saberse el papel que jugó el llamado «centro de mando» del hotel Willard, situado a una manzana de la Casa Blanca, donde desde mitad de diciembre se instalaron, por cuenta de la recaudación de la campaña de Trump, su abogado personal, Rudolf W. Giuliani; el ex estratega jefe de la Casa Blanca, Stephen K. Bannon; el ex comisionado de la Policía de la ciudad de Nueva York Bernat Kelly; y, John Eastman el académico que teorizó y realizó el análisis legal y la estrategia para reinstalar a Donald Trump en la presidencia. En un memorando “confidencial” de dos páginas, fechado el 2 de enero, el abogado ultraconservador John Eastman expuso en seis puntos cómo Trump podía ser declarado ganador. A ellos hay que sumar a Phil Waldron, coronel retirado, especialista en ciberseguridad que visitó varias ocasiones esas semanas la Casa Blanca que informó a los legisladores en una presentación de PowerPoint la estrategia. Las 38 páginas fueron entregadas por Meadows al Comité del 6 de enero. El documento, que se basaba en la estrategia de Eatsman, titulado Fraude electoral, interferencia exterior y opciones para el 6 de enero, incluye diversas propuestas para que Trump retuviera la presidencia en un segundo mandato a partir de mentiras y conspiraciones. “Vamos a enterrar a Biden el 6 de enero”, había dicho Bannon. El líder ultraderechista ha sido juzgado y condenado por desacato, al negarse a declarar ante el Comité del Congreso.

Trump está interviniendo en las primarias de su partido apoyando a los candidatos que lo respaldan y consideran fraudulento el resultado de las anteriores presidenciales. Apenas uno de cada cuatro votantes republicanos, consideran que Biden es el presidente legítimo de Estados Unidos. Se ha publicado, incluso, que Trump anunciará pronto su candidatura a las presidenciales de 2024; mientras publicaciones de tendencia conservadora como el New York Post y el Wall Street Journal han comenzado a volverse en contra de Trump en base a las conclusiones del Comité del 6 de enero. Sin embargo, los republicanos más significados y aquellos que aspiran a ser candidatos rehúyen enfrentarse directamente con él por la influencia que todavía tiene en el partido.

El fiscal especial Robert S. Mueller III identificó diez casos en los que Trump podría haber obstruido la justicia en relación con la investigación sobre las interferencias de Rusia en las anteriores elecciones; Mueller no procedió porque Trump, como presidente en ejercicio, no podía ser acusado según la tradición del Departamento de Justicia. Actualmente fiscales de distrito locales, un fiscal general estatal y el FBI están investigando a Trump y su negocio familiar en busca de una mezcla de posibles irregularidades: prácticas comerciales de Trump, investigación criminal del fiscal de distrito de Manhattan; prácticas comerciales de Trump en Nueva York; investigación de las cuentas de Mar-a-Lago y en el club de golf en Westchester (Nueva York); la valoración de los activos de sus empresas a efectos fiscales, etc. Y la investigación que ha aportado y seguirá aportando en septiembre el Comité del 6 de enero. El fiscal general actual, Merrick Garland, no ha dicho nada, ni ha iniciado ningún procedimiento a pesar de las evidencias. Procesarlo tendría una lectura política que polarizaría el país y, seguramente, aglutinaría a los republicanos en torno a Donald Trump; pero no presentar cargos ante el complot para impedir la transferencia pacífica del poder, como demuestra la investigación del Congreso, sería más perjudicial para la democracia en Estados Unidos. Y en el mundo.

“Por definición legal, esto es claramente sedición: conducta, discurso u organización que incita a las personas a rebelarse contra la autoridad gobernante del estado. Así, Trump se convirtió en el primer presidente sedicioso de nuestra historia”. (del prólogo citado de Bernstein y Woodward).

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