La Provincia - Diario de Las Palmas

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Marrero Henríquez

Escritos antibélicos

José Manuel Marrero Henríquez

Cuadrados

Nopólemo le dice a su hija que le dé un título y ella contesta de manera inmediata «Cuadrados». A primera vista resulta un título que busca más complicarle las cosas que facilitárselas y tal vez por eso su hija lo haya pronunciado con sorna y sonriente. No parece sencillo tirar de él de manera fluida. Es un título que lo va a obligar a meditar con calma si quiere llegar a un resultado aceptable.

«Cuadrados» es el plural de cuadrado, y puede ser un sustantivo y un adjetivo. Como adjetivo la palabra cuadrado se aplica a una figura plana cerrada por cuatro líneas rectas iguales que forman otros tantos ángulos rectos. También como adjetivo se aplica a algo que se considera perfecto y cabal. Como sustantivo, cuadrado puede ser una regla prismática de sección cuadrada, un adorno que se pone a las medias desde el tobillo hasta la pantorrilla, una pieza de metal que se coloca entre el cuerpo de las letras para formar espacios, el producto de multiplicar una cantidad por sí misma y la nota cuyo valor equivale a dos redondas.

En esos cuadrados que el DRAE le ofrece Nopólemo no acaba de encontrar hilo de dónde tirar y piensa que se equivocó al retar a su hija de manera tan sobrada: «Tú dame un título y verás que de él hago una tirajala periodística». Pero Nopólemo no se da por vencido. Si tiró de Acertijo y de La raqueta de pimpón, que fueron los títulos a los que lo retó su hijo y de los que Nopólemo consiguió hacer dos dignos escritos antibélicos, ahora debería salir airoso de los «Cuadrados» de su hija.

Nopólemo le da vueltas a la cabeza y al hacerlo se le viene a la mente una anécdota que cree que le resolverá el entuerto. A las puertas del casco histórico de Fráncfort, un casco histórico que es en verdad un nuevo casco viejo, Nopólemo entró en un negocio de comidas de pescado y productos del mar en el que el cliente tiene que escoger su plato de un mostrador para que luego se lo sirvan en caja y allí recogerlo y llevarlo a la mesa. Aunque le gustan, Nopólemo no escogió arenques marinados; quería comer caliente y de lo que a sus ojos se le ofrecía lo que más le apeteció fue el pescado a la plancha con papas.

Las papas, que eran de esas que primero sancochan y luego fríen (no sabe bien si con mantequilla o con aceite) no eran de su agrado, y Nopólemo pidió que, por favor, las sustituyeran por ensalada. La señora que despachaba lo miró extrañada. En la carta el plato era de pescado a la plancha con papas y no de pescado a la plancha con ensalada. Sí, cierto, le dijo Nopólemo, pero él rogaba que, por favor, si fuesen tan amables, sustituyeran las papas por ensalada. La señora le contestó que eso no podía ser, que el plato era de pescado con papas y no de pescado con ensalada. Si quería, podía llevarse el pescado con papas y pedir aparte una ensalada.

Nopólemo no daba crédito. Algo tan sencillo como cambiar una guarnición por otra, ensalada en lugar de papas, resultaba una tarea imposible. Lo forzaban a comprar el plato de pescado con unas papas que no se iba a comer y a pedir aparte una ensalada. Tendría que pedir dos platos y al tiempo dejar las papas para que se las comieran las avispas. Nopólemo insistió, pero la dependienta no daba su brazo a torcer y todo llegó a parecerle tan absurdo que al final Nopólemo se rindió y pidió el pescado con unas papas que no probó y aparte una ensalada. «Cuadrados», dijo su hija, estos alemanes son un poco cuadrados. Y gracias a ella Nopólemo no sólo resolvió el desenlace de un escrito antibélico sino que también pudo comprobar que la definición que el DRAE da de cabeza cuadrada no es correcta, pues cabeza cuadrada no es, como afirma el Diccionario de la Real Academia Española, una persona metódica y demasiado obstinada, sino una persona intransigente y de endeble razonar a causa de su rigidez.

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