La Provincia - Diario de Las Palmas

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Marrero Henríquez

Escritos antibélicos

José Manuel Marrero Henríquez

El truco

Nopólemo no muestra gran interés por dar con el truco que hay detrás del juego de magia que han hecho ante sus ojos. Y no muestra interés porque sabe que en el suceso mágico que acaba de presenciar hay un truco y no magia de verdad. Si la hubiera, si hubiera magia de verdad, entonces sí que se esforzaría por desvelar el truco que la pudiera explicar aunque, en tal caso, no habría truco sino magia de verdad. Por eso a Nopólemo le interesan más los milagros que la magia, porque por más truco que se quiera hallar en un milagro lo que hay en él es un auténtico suceso sobrenatural.

La resurrección de Lázaro, por ejemplo, sí despierta su curiosidad. ¿Cómo un muerto puede responder a la orden de alguien que le conmina a revivir diciéndole «¡Lázaro, sal fuera!»? La misma resurrección de Cristo es un hecho que supera toda posibilidad de ser explicado y que se adentra en el universo del misterio irresoluto e irresoluble. Incluso si se admitiera que ambas resurrecciones, la de Lázaro y la de Jesucristo, son metáforas, o incluso si fuesen meras alegorías, la supervivencia y el éxito universal de la doctrina de un ajusticiado capaz de hacer milagros metafóricos no dejan de tener cierto cariz prodigioso.

Nopólemo es un racionalista convencido y por ello procura ejercer su raciocinio de la manera más razonada y ecuánime posible. ¿Por qué, entonces, los milagros bíblicos, en especial los neotestamentarios, le parecen más milagro que los milagros que pueda hacer un predicador de Harlem? ¿No son todos los miagros igualmente milagrosos? ¿Por qué considera que entre un chamán amazónico y Jesucristo hay más relación que la que pueda haber entre Jesucristo y un tele-evangelista, un tipo que interpreta las cartas en televisión, una gitana que lee las líneas de las manos o quien se dice capaz de conocer las vidas anteriores de alguien que seguro que ha tenido vidas anteriores a las anteriores de las anteriores y así al infinito? Tal vez sea, se responde Nopólemo, porque los milagros bíblicos, sucedidos en tiempos remotos, no pueden ser investigados y la interpretación de cartas, el acceso a vidas pasadas, la lectura de manos y las proezas de los tele-evangelistas pueden ser puestos en cuestión y razonablemente explicados con muy poco esfuerzo y sin necesidad de recurrir a alambicadas entelequias.

Los milagros bíblicos son para Nopólemo tan atrayentes como el infinito y el cero. El infinito ¿no es una cifra milagrosa? Y qué decir del cero. Es el infinito tan milagroso como el cero, pues todo el mundo cree en el infinito y en la nada sin haber visto nunca ni la infinidad ni el vacío. Tal vez las matemáticas hayan ayudado. Al escribir 0 se puede pensar en la nada porque la nada tiene su representación en ese guarismo, que es algo, pero en la nada de verdad, en la nada-nada es imposible pensar porque desde que se nace se es, y al ser, la experiencia de la vida es siempre experiencia de algo y nuca de nada y, por eso, pensar en la nada es, en sentido estricto, completamente inviable.

El infinito es otra cosa. Cierto que nadie es capaz de imaginarlo de manera cabal, cierto que escribir un número infinito requeriría un tiempo infinito del que nadie dispone, salvo Dios, que es tan incomprensible como el infinito mismo. Así y todo el infinito es más pensable que la nada, porque es más fácil imaginar algo que se añade a algo que existe previamente, y así en sucesión constante de añadidos, que imaginar nada, la nada absoluta. Es también imposible, pero resulta más fácil imaginar el infinito que la nada cuando se observa el cielo una noche estrellada y la mirada se pierde entre las constelaciones y las galaxias.

A Nopólemo desde pequeño le atraen cuestiones que involucran de antemano la imposibilidad de su resolución: el sentido de la vida; de dónde venimos y a dónde vamos; cómo de la nada puede surgir algo; ¿la vida de las personas nace en el cero y muere en el infinito?; ¿el todo cabe en la parte?; ¿hay un alma que anima la carne?, y, si la hay, ¿dónde está?; ¿es el alma ubicua o tiene un anclaje material? Y es precisamente su interés por lo imposible lo que explica la fe consistente que Nopólemo tiene en el poder revelador de la palabra poética, lo cual no es otra cosa que un milagro que florece en medio del contexto digital que todo lo anega.

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