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Nunca he leído una novela

Reseteando

Javier Durán

Nunca he leído una novela

Espero que la Ley del Sistema Público de Cultura de Canarias, recién aprobada por una confortable unanimidad parlamentaria, desaloje a los isleños de su feliz rechazo a la cosa leída al colocarnos el Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros, por quinto año consecutivo, en la penúltima posición. No voy a enumerar aquí la cantidad de gilipolleces que puede hacer un canario como sustitutivo de la lectura, pero de nuestra pertenencia al furgón de cola se podrá deducir que son muchas. Por ejemplo, decirte que nunca se ha leído una novela mientras se come una garbanzada después de acabar con el pan con alioli, como si ese repudio fuese un síntoma claro de normalidad y no una falla para poder comprender el mundo mejor. Hemos dejado que estas afirmaciones se extiendan e incluso ganen terreno, envalentonadas por esa creencia de que ya nada se puede hacer para revertir el fenómeno. No somos aquella sociedad con un gran agujero negro, el analfabetismo. Así y todo, en las casas humildes, donde a duras penas se escribía o se leía el periódico, había siempre media docena de libros venerados que representaban el respeto por el saber, la idea de que la cultura iba pareja al progreso de las personas y a la consideración social. Reconocer que nunca se había leído una novela daba vergüenza, y el vecino con biblioteca escalaba alguna posición en la organización social. La normativa del Sistema Público de Cultura de Canarias, como instrumento para el acceso y la creación cultural, debe investigar qué ocurre. Echarle la culpa a la era digital, con esa característica tan suya de facilitar una abundancia incompleta –leer a medias–, no es suficiente para armar una justificación de la desertización lectora. Ni tampoco es viable, al menos en la literatura, pensar que los nuevos soportes le han ganado la batalla al libro. Pese a estar sólo por encima Extremadura, hemos subido un punto, poco más poco menos, en intensidad lectora, pero seguimos bajo mínimos. Aquí he hablado de la novela, un género al que muy pocos se deberían resistir. O eso creo.

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