Punto de vista

Fútbol playero

Fútbol playero

Fútbol playero

Javier Marrero

Acabada la liga de fútbol, en la playa de las Alcaravaneras arrancaba el Campeonato Playero de Fútbol.

Mi equipo era el Nolasco, vecinos casi todos de Ingeniero Salinas y alrededores.

Cuando caía la tarde, con olor a arena húmeda y brisa marina, acompañaban a los equipos, bocadillos de tulip, de chorizo de Teror o de mantequilla.

Se jugaba descalzo y con un balón de reglamento, que te dejaba los ñoños de color bermejo, con unas bolsas de aquí te espero, pero… ¡no había dolor!

Entre los equipos participantes se compraban los trofeos y si se ganaba, el patrocinador pagaba el ágape.

Nosotros lo teníamos fácil, éramos el Nolasco.

Celebrábamos todos los partidos ganáramos o perdiéramos.

¡Arroz, azúcar, al árbitro una chupa! ¡Azúcar, arroz al árbitro un biberón!

Que valor tenían aquellos árbitros y jueces de línea, que alguna vez alguno fue de cabeza a la marea, mientras "a empujones y becerridos, se arreglaban los desacuerdos del partido"...

Y qué orgullosos subíamos con nuestro trofeo (a modo de procesión) desde la playa, pasando por el bar Vigo y el bar Los Muertos hasta el restaurante Nolasco,… "dando por los besos". ¡Ganemos, ganemos! E invitando a un pizco ron con unos pejines y pa’ la chiquillería unos clippers, un teem, un baya baya o una Mirinda de limón o de naranja.

Suscríbete para seguir leyendo