Reflexión

República y federalismo

República y federalismo

República y federalismo

Joaquín Coll

Se suceden los aniversarios y este año toca nada menos que el 150º de la Primera República española, que se enmarca en el periodo del Sexenio Democrático, etapa fascinante tanto por la enorme cantidad de acontecimientos que se sucedieron entre 1868 y 1874 como por la profundidad de los debates a los que dio lugar. Si hubiera tenido un final feliz, la historia de España habría sido diferente. Pero la monarquía parlamentaria de Amadeo I, claro precedente de la actual, fracasó por el exceso de facciones políticas, particularmente por la división de los progresistas tras el asesinato del general Joan Prim. Y en cuanto a la República, su naufragio fue la consecuencia de las contradicciones y divisiones en el seno del republicanismo, sobre todo en relación con el modelo de organización federal. Afianzar la república era difícil, porque se proclamó más por exclusión, a fin de cubrir el vacío de poder tras la abdicación del rey, que por la existencia de una mayoría social republicana. El fracaso de la experiencia federal, y la responsabilidad que se le atribuye en el fiasco republicano, marcó negativamente en la cultura política española del siglo XX la percepción de lo que es en realidad el federalismo: una fórmula para gestionar la pluralidad sin poner patas arriba el principio de unidad.

La revolución de la Gloriosa, en septiembre de 1868, fue posible por la conjunción de intereses entre burguesía, artesanado y obreros, lo que explica su éxito inicial y la aprobación de la democrática Constitución de 1869. Pero esa alianza se fue resquebrajando y se rompió en 1873 con la llegada de la República, lastrada por un componente utópico y maximalista que derivó en desorden con el estallido de insurrecciones, tanto en el campo como en la ciudad, que querían hacer realidad el proceso revolucionario (de abajo arriba) prometido por los líderes republicanos. En el primer Gobierno de la República, además del presidente Estanislao Figueras, figuraban como ministros Francisco Pi y Margall, Nicolás Salmerón y Emilio Castelar, que en pocos meses se sucedieron a la cabeza del Gobierno. La República federal se proclamó en junio de ese año, tras la celebración de unas elecciones constituyentes con muy poca participación y el boicot de los partidos contrarios. No llegó a aprobarse el nuevo texto constitucional federal, cuyo borrador establecía una división territorial de la "nación española" en 17 estados, curiosamente el mismo número de autonomías que tenemos hoy.

Punto de no retorno

El verano de 1873 marcó un punto de no retorno porque el Gobierno fue incapaz de sofocar los alzamientos cantonales, particularmente relevante el episodio de Cartagena, magníficamente novelado tanto por Benito Pérez Galdós en De Cartago a Sagunto, como por Ramón J. Sender, Mr. Witt en el cantón. En paralelo a los enfrentamientos entre los federalistas, los bakuninistas de la Primera Internacional promovieron huelgas revolucionarias, despreciando el programa de reformas sociales presentado por Pi y Margall en las Cortes, que en cambio sí recibió el elogio del socialista Federico Engels. Entre tanto, el peligro carlista cobraba fuerza en todo el norte de España, y la guerra en Cuba añadía más presión. Tras la dimisión de Pi y Margall, Salmerón se centró en derrotar la férrea resistencia del cantón de Cartagena. El giro definitivo hacia una política de orden se produjo con Castelar, contra quien se levantaron sus compañeros de Gobierno por considerar que se había alejado del ideario federal. Lo destituyeron, pero el golpe del general Pavía, republicano conservador, disolvió las Cortes, abriendo un paréntesis de casi un año que hizo inevitable la restauración borbónica.

La república federal fue una experiencia fallida porque Pi y Margall, la figura más icónica del periodo, no pudo afianzar la vía legalista, al ser desbordado por la izquierda. "No se realizan los sueños de los pueblos promoviendo insurrecciones, que son siempre una calamidad, se logran los deseos propagando las ideas, llevándolas a comicios cuando los comicios se abran, explanándolas con fuerza y con ímpetu en las Cortes…", concluyó a la luz de lo sucedido en 1873. En el 150º aniversario, no lo olvidemos.

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