Retiro lo escrito

Sánchez se prioriza

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno.

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno. / EPE

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

Más asombroso que Pedro Sánchez adelantando las elecciones generales son los gallifantes y gallifantas del comité ejecutivo federal aplaudiendo la lucidez y el coraje del amado líder. Cada vez estoy más convencido de que Sánchez es un infiltrado de la XXVII Internacional que tiene como único objetivo estratégico dejar al PSOE arrasado. Su lenguaje, que hace cinco años era una puesta a punto de tópicos izquierdistas y republicanotes, parece ahora directamente el de un chiflado solemne. Proclama que se responsabiliza de los (malos) resultados electorales del pasado domingo y acto seguido anuncia el adelanto de las generales con él, por supuesto, de candidato presidencial. “Ciertamente esto ha sido un puñetero desastre y yo asumo toda la responsabilidad”, ha venido a decir, “y lo mejor que se me ocurre es convocar elecciones enseguida y que yo asuma, de nuevo, toda la responsabilidad…Con lo bien que nos ha ido…”.

Resulta enervante escuchar por enésima vez lo de la intrepidez de Sánches. El secretario general del PSOE no es un tipo intrépido, sino un improvisador, es decir, un sibilino oportunista. Y disponía de algunos recursos hasta finalizar el año y celebrar las elecciones a principios de diciembre. Entre ellos, la Presidencia del Consejo de la Unión Europea precisamente a partir del 1 de julio. Y un crecimiento económico sólido con una inflación ligeramente a la baja. Y la posibilidad táctica –y publicitaria -- de romper abierta y ruidosamente con Bildu. Y la denuncia de los gobiernos autonómicos del PP y Vox y sus primeras medidas a principios de otoño para activar la cuchufleta de la alerta antifascista. Y sin embargo decide apretar el acelerador y disolver las Cortes hoy mismo. Yo soy de los que se malician que Sánchez, una vez más, se ha priorizado a sí mismo. Si eres responsable de una hecatombe porque querían darte una patada en los glúteos de tus candidatos en las comunidades y en los municipios puede imaginarse el resultado en unas elecciones en las que directamente te pueden patear. Sánchez supone ya un lastre espantoso para el PSOE y una certidumbre de derrota ajustada o aplastante. Pero lo que anhela es sobrevivir. Y por eso mismo se lanza a los comicios adelantados. Los dirigentes socialistas deberían analizar con profundidad y deliberar con la suficiente autonomía sobre las razones de la profunda derrota de ayer. Sánchez debió transmitir a la dirección de su partido que no se presentaba y abrir un periodo –necesariamente breve – para elegir a un sustituto o sustitutas, porque existen y están vivos y coleando. Con este órdago estrangula cualquier debate interno – ni siquiera comunicó su decisión previamente a su comité ejecutivo – y garantiza su candidatura. El PSOE no podrá librarse de Sánchez. Sus jefes de tribu han decidido enterrarse con el faraón moribundo. Solo he escuchado a Eduardo Madina denunciar tibiamente el error de Sánchez de convertir unas autonómicas y locales en un plebiscito sobre el presidente, en una incesante tómbola de ayudas, subvenciones, becas, créditos, exenciones. Cada mitin una promesa, cada discurso dominical, 200, 300, 300 millones de euros. No ha servido absolutamente para nada.

Lo que más me impresiona, sin embargo, es eso de la marea fascista y reaccionaria que han repetido como sandez retórica socialistas y comunistas. ¿De qué sirven ustedes, que ni siquiera logran detener el crecimiento de la extrema derecha? ¿No era un gobierno del PSOE y Unidas Podemos, precisamente, la única fórmula veraz para que los fachas no infestasen las instituciones públicas? Pues no. Hablan de la extrema derecha como si se tratase de un germen patógeno política e ideológicamente incontrolable y en cuya difusión las fuerzas progresistas (sus alianzas, sus propuestas normativas y económicas, sus obsesiones identitarias, sus miserias ideológicas) no tuvieran nada que ver. Es impresionante contemplar el espectáculo obsceno de su victimización ensimismada. De derrota en derrota hasta la hostia final.

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