Observatorio

El síndrome Oppenheimer de la política española

Cuando nos sentamos delante de la pantalla, el tiempo se detiene y ante el gran cine, en mayúsculas, nos hace caer en la cuenta de nuestras miserias y vergüenzas, de nuestros errores y pozos sin fondo

El síndrome Oppenheimer  de la política española

El síndrome Oppenheimer de la política española / José Miguel Martínez Castelló

José Miguel Martínez Castelló

El cine es de las pocas artes que pueden actuar como un contrapoder en el mundo actual. Se encuentra en las antípodas del mundo frágil, de inmediatez y volátil en el que vivimos. Todo lo que hacemos va precedido de un contador, con un tiempo tasado, con la voluntad de hacer muchas cosas, con agendas interminables y, en su mayoría, prescindibles y sin sentido. De ahí la desorientación y desasosiego que vivimos. Sin embargo, cuando nos sentamos delante de la pantalla, el tiempo se detiene y ante el gran cine, en mayúsculas, nos hace caer en la cuenta de nuestras miserias y vergüenzas, de nuestras iniquidades, de nuestros errores y pozos sin fondo. Por ello ante una obra de arte cinematográfica, de alguna forma, cogemos aire y nos dota de las herramientas suficientes para hacer una radiografía de nuestro paisaje actual. Sin lugar a dudas, todo esto lo sentí a medida que iba viendo la película Oppenheimer, protagonizada por un soberbio Cillian Murphy y dirigida de forma colosal por Christopher Nolan. Mi sorpresa fue que cada escena, cada mirada, me llevaba, ineludiblemente, a establecer una analogía con la política española.

La película gira en torno a dos cuestiones. El primero, el intento obstinado del poder en dividir y torcer todo aquello que toca sin importarle la verdad. Es lo que Chomsky calificaba como la sangre oscura del poder. El segundo, el primer plano constante de la película centrado en la cara de Oppenheimer reflejando las consecuencias indómitas de la decisión de iniciar la investigación y la aplicación de la fisión nuclear para la fabricación de bombas atómicas en Los Álamos y que llevó a la detonación de las mismas en Hiroshima y Nagasaki el 6 y el 9 de agosto de 1945. Y es en estas dos cuestiones donde podemos hallar algunas equiparaciones con la política española actual.

En primer lugar, después de las elecciones del 23 de julio hemos asistido a algo casi paranormal: todos han ganado las elecciones y son y representan a la mayoría de los españoles. No soy graduado en exactas, pero los números cantan, dicen y expresan que en España hay muchas sensibilidades y que nadie, ningún partido ni ninguna ideología, tiene una mayoría tal que pueda erigirse como el representante del pueblo español o de los pueblos de España. Esa es la realidad. ¿Cuál es la respuesta del poder político? Leer la soberanía nacional en clave de bloques y de enfrentamiento. Vuelven anacronismos como los No pasarán o estridencias tales como «Que te vote Txapote». Tenemos que entender de una vez que en este país sólo cabe un proyecto y es el de la concordia. Nos sobran nacionalismos de todos los colores, identidades que fueron responsables de millones de víctimas en el siglo XX. Como dice Géraldine Schwarz en su libro Los amnésicos: «Vencer a los violadores de la memoria, a los falsificadores de la historia, a los fabricantes de falsas identidades y de falsos odios, a los cultivadores de fantasmas narcisistas».

En segundo lugar, el primer plano de la cara de Murphy traspasa toda la película de principio a fin. Su significado principal implica la ceguera de la política y el poder ante la realidad de las cosas. Dicha mirada explota al final de la película cuando el presidente Truman se ríe de sus remordimientos diciéndole que nadie le recordará como el creador de la bomba atómica, sino que será él como presidente de los EEUU el protagonista de esa acción única en la historia. Me sorprende la frialdad, la falta de miras de nuestros representantes políticos ante el futuro y su nula capacidad de entendimiento entre dos partidos que suman más de 15 millones de votos y que ello no signifique absolutamente nada.

Oppenheimer no se dejó vencer ante los callejones sin salida del poder. De la misma forma, la sociedad civil española debería estar alerta y decir hasta aquí a aquellos que nos quieren dividir y enfrentar. De ahí la importancia del cine y del pensamiento para detectar aquellos síndromes que nos quieren mostrar como inevitables cuando son evitables y perjudiciales para el conjunto de la sociedad.

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