Reflexión
¿Morir de éxito?
Lejos de corregir los excesos del pasado aprovechando el parón que nos ofreció el covid para reflexionar sobre nuestra realidad turística, estas últimas semanas, a nuestros responsables en la materia se les llenaba la boca comentando la llegada de 7,9 millones de turistas internacionales hasta julio de este año; un 16% más que el año anterior. La consejería respira euforia, no en vano, poco después de su toma de posesión la nueva responsable se mostró optimista ante las buenas perspectivas para el sector subrayando la esperanza de conseguir un nuevo récord.
Efectivamente, el récord de masificación se va logrando con creces. No se planificaron objetivos de sostenibilidad durante la travesía del desierto turístico. La crisis económica mandaba y había que recuperar turistas a toda costa. Bien por este mercado de ganga y ocasión, de turismo barato e invasor cuya falta de planificación conduce directamente a un nuevo malestar ciudadano que empieza a sentirse en nuestra región: la turismofobia.
Los que vivimos las primeras etapas de turismo en Canarias hemos pasado desde la euforia de ser anfitriones de visitantes extranjeros, a la apatía posterior, a la incomodidad más tarde para, últimamente, desembocar en el rechazo del turismo excesivo que transforma muy negativamente el entorno local.
¿Pensaron alguna vez los profesionales de administración turística, los gestores empresariales o de destino que la capacidad de nuestras islas, sus recursos medioambientales y su capacidad de alojamiento para locales y extranjeros podría verse desbordada hasta el punto de generar rechazo por parte de los residentes?
¿Es compatible nuestro turismo de masas con el gasto de agua que precisa, la basura que genera, los plásticos, la energía necesaria, el incremento de tráfico, el reciclaje implicado, etc.? ¿Contribuye realmente a la creación de puestos y condiciones de trabajo dignos, a salarios decentes, a una economía local proporcionada?
La sobreexplotación de nuestro destino turístico está empezando a derivar en un descenso de la calidad de vida de parte de la población canaria, si bien a otros les resulta rentable a corto o medio plazo. No obstante, a todos acabará afectándonos la degradación y destrucción del ecosistema, la pérdida de áreas naturales, la polución de nuestras ciudades y costas, la subida del coste del nivel de vida, los problemas derivados de la convivencia y la imposibilidad de acceder a una vivienda digna cerca de nuestro lugar de trabajo. En definitiva, acabaremos muriendo de éxito.
Llámenme romántico pero empiezo a añorar los hábitos de vida y la rutina que me ofrecían unas islas más amables y auténticas.
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