Punto de vista

Sobre la política de chirigotas

El portavoz de Sumar, Ernest Urtasun, en rueda de prensa.

El portavoz de Sumar, Ernest Urtasun, en rueda de prensa. / JUAN CARLOS HIDALGO

Fernando Sagaseta

El efecto Sumar va más allá de la organización política, ha terminado por ser un síndrome democrático que conlleva al consenso, y que tan buenos resultados ha venido dando en la pasada legislatura.

Aquellos Partidos, que formaron el pacto institucional que permitió a las Cortes Generales confirmar los propósitos del Ejecutivo, y que no todos venían de la mano de la izquierda, como lo es el ejemplificante caso del PNV, conservador, sí, pero que dignifica la vida política de este país, trazando sin dobleces la línea roja frente al fascismo y a la política antisistema de Vox, por no abusar de adjetivos.

Y pienso que es así como ha de verse la vertebración de la sociedad civil española, de tal suerte que, la política del rodillo y tenté tieso claudique ante el diálogo que implique gobernanza, y no la gobernabilidad por ser bisagra, es decir, conmigo o conmigo.

Así, la suerte política hallada en el conjunto disjunto de los diferentes partidos políticos atraerá un consenso no oportunista, sino continuista, pues será determinado por las confluencias ideológicas y de base social diversa, lo que debiera dar una mayor cohesión social con mayor proyección de futuro, y creo que le corresponde al PSOE mostrar los cauces para ello, contando con la colaboración positiva y activa de las otras fuerzas políticas. No sobra nadie.

Divergencias hay y surgirán, de ello no hay sospechas, pues ya vienen determinadas en los propios programas destacados por cada partido.

No hay sorpresas, menos aún después del espectáculo del PP dispuesto a pactar con Vox la gobernabilidad, aunque tenga éste propuestas anticonstitucionales, o que les apartan directamente del consenso social.

Tener acuerdos con fuerzas políticas que aspiren a la evolución constitucional por los cauces legales no es aberrante, sino complejo, pues todos estamos ante un estado social, democrático y de derecho. La forma del Estado será, sin duda, la fricción más recurrente: desde cómo llegar a ella, hasta qué modelo establecer. Nada nuevo bajo el sol.

Esta próxima legislatura servirá de tanteo, de pros y contras, mientras se construye un país de futuro, donde desarrollar el modelo económico desde el que cada Comunidad Autónoma se sienta capaz, es decir, el «primum vivire», pues la ciudadanía templa el agua para no escaldarse. Ya las otras mayúsculas requieren ser asimiladas y luego queridas. Este es un país sin himno lírico, y creo que ello es algo significativo.

Para adoquinar la calle habrá que poner el primer adoquín, y.…el último.

Después de esta experiencia electoral, y aún con pespuntes de sastre, el traje social parece dispuesto, salvo extravagancias de Junts per Cat, que, de forzar la máquina electoral, se me antoja que no fraguarían las simpatías necesarias para sus propósitos a futuro.

La concordia social es algo en lo que el PP debería recapacitar, pues de lo contrario en las chirigotas se le van a agotar los epítetos, cuando no insultos, o despropósitos, cuando no las mentiras que rayan el insulto, en ocasiones, con efecto «boomerang», va por lo de perro Sánchez. Han perdido las formas afectando al fondo. Los nervios han ocurrido por haber perdido su discurso basado en la mejor gestión del dinero. Perdida esa batalla, habrá que hacerse con nuevos horizontes que ayuden a esa otra mitad del país a conocer mejor nuestra realidad basada en hechos, y frente a éstos con propuesta; y habrá de olvidarse de los «gazapos» de Feijóo y de las vánales ofertas hechas a Sánchez en aquél tú a tú, ofreciéndole firmar que gobernaría el que más votos obtuviera, en un intento de salvar de la quema al PP por su alianza con Vox.

Lo que planteo con la concordia social no es un besamanos, sino la coherencia del pacto en las soluciones que desde el Parlamento se ofrezcan, y que, en éste, los controles al gobierno no se conviertan en hacer harapos de la gestión del ejecutivo, sino en sugerir alternativas a éste, dando soluciones, aportaciones, y sugerencias, y no ofrecer el bochornoso espectáculo de los miércoles. Debieran darse por aburridos con lo que hacen.

Terminar con los menosprecios es el método para acabar con la ingesta indebida y con la gastroenteritis, para auxiliar la cordura intestinal e institucional, que tan malas sensaciones deja en la ciudadanía.

Refugiarse en el derechismo no ha dado resultados, hay que avanzar hacia planteamientos menos holocáusticos, y no verse tan constreñidos a la defensa de los grandes oligopolios frente al bienestar de la mayoría social, y comprendo que eso sea el gran cisma del PP, pues aquéllos no le aportan los votos que los otros sí. Pero algo habrán hecho para merecer el respaldo social, y haber dirigido el país, luego, algo podrán ofrecer oportunamente sin que tengan que valerse del menosprecio y de la algarada; sus teorías económicas habrán de ser reactualizadas, sus políticas financieras habrá que acercarlas a sus votantes al igual que sus políticas sociales. Les espera un arduo futuro.

Por otra parte, la concepción social integral ha de ser necesariamente holística, que no es lo mismo que la suma de sus componentes sociales, pues cada aportación tiene su propia concepción; pero qué duda cabe, que la mera consideración la hace más próxima. El menosprecio va en dirección contraria a esta concepción, y es lo que habrá que mostrar, es decir, no es lo mismo diferenciar que aceptar, o claudicar.

Puedes diferenciar la medicina pública de la privada, pero no es eso lo que haces cuando derivas la medicina pública a la privada, haciendo insostenible la primera para favorecer la segunda, pues con ello, deprimes los servicios para la mayoría, privilegiando a las minorías, pues soportamos sus costes con el gasto público y eso no es aceptable; y sobre aquellos otros servicios no cubiertos por el servicio público te los cobran como medicina privada. Igual ocurre con la investigación privada financiada con las subvenciones y créditos públicos, cuando la investigación da resultados, el precio que le ponen al medicamento o tratamiento no recuerda con qué fondos se obtuvo, pasando a ser tratamientos costosos para los ciudadanos de a pie.

Y entre otras, éstas son las políticas que han tenerse presente en la gestión de nuestro futuro, pues se me puede preguntar, por lo contrario, y habrá de dar respuesta, y es eso, lo que creo es lo políticamente correcto. Transparencia.

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