Retiro lo escrito

Alumbrados navideños

Alfonso González Jerez

Alfonso González Jerez

Una vez escuché a una periodista tinerfeña –fue en una conferencia o algo así– que su trabajo había precipitado una crisis de gobierno. No quiero que parezca petulante: se refería al gobierno autonómico. Aun así, por supuesto, se trataba de una fantasía egotista. Aquí ningún periodista ha provocado una crisis en ningún puñetero gobierno, autónomo, municipal o paralelepípedo. Los periodistas, por lo general, no tienen otra importancia que la que se asignan a sí mismos. Si me lo permiten, las razones que explican esta situación son tres: primero, los políticos relevantes y los grandes empresarios ya no se molestan en hablar con los periodistas. Ahora hablan directamente con los periódicos. Segundo, en Canarias jamás ha existido una opinión pública, para desesperación de los hamermasianos de buen corazón, si en las ínsulas baratarias los hubiera o hubiese, que tampoco es el caso. Lo que existe es un mosaico más bien mohoso de opiniones publicadas, intelectualmente muy poco estimulantes, entre otras razones, porque suelen estar entre mal y pésimamente escritas. Aquí las opiniones que se emiten constantemente son las de los poderes públicos y los partidos políticos: el periodismo declarativo ha ganado la partida desde hace años. Las opiniones de políticos, sindicatos y organizaciones empresariales deberían reducirse al mínimo en los medios de comunicación: en vez de dedicarse a fomentar el ruido opinativo –generalmente descalificador– deberíamos aminorarlo para reparar menos en lo que dicen y más en lo que hacen los agentes de una sociedad civil que no quiere saber absolutamente nada de cambios. El conservadurismo de todos es extraordinario, a derecha a izquierda, y ni la desigualdad en el reparto de la renta, ni el aumento de la exclusión social y la marginación, ni el mdiocre desempeño de la economía canaria, ni los trabajos de mierda que no te permiten llegar a fin de mes, ni una tasa de desempleo de más del 15% de la población activa les pareces suficientes argumentos para exigir cambios ni transformaciones. Por último está, por supuesto, la eclosión y dominio de las redes sociales, que ha alimentado y engordado la ya antigua creencia de que las opiniones son como los glúteos, cada uno tiene el suyo, y que insultar al jefe del Gobierno o al líder de la oposición en unas docenas de caracteres es más interesante y liberador que apoyar a un periódico leyéndolo. Se sale simbólicamente a la plaza pública no para escuchar a nadie ni intentar ser escuchado, sino para repartir hostias y olisquear la sangre ajena.

Desde esta triple consideración imaginen lo que significa protestar, por ejemplo, contra la turra de la iluminación navideña que se nos viene encima, en particular en las principales ciudades de Canarias. Todo el mundo cita como referencia comparativa a un orate que es alcalde de Vigo y que en Navidades ilumina la modesta ciudad gallega como si fuera Las Vegas. Por supuesto la excusa de los alcaldes es que con la iluminación, así como con los actos que se organizan en los ayuntamientos, se dinamiza las zonas comerciales y se potencia –teóricamente– el consumo. Por poner un ejemplo, el ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife pondrá en funcionamiento el alumbrado navideño a mediados del mes de noviembre, un mes antes de que comiencen las fiestas. Es sumamente discutible que aumenten las compras entre mediados de noviembre y mediados de diciembre. El pasado año, según los comerciantes, las dos primeras semanas de alumbrado navideño fueron totalmente irrelevantes para las ventas, pero la ficción municipal continúa. Después de la larga y extenuante ola de calor las temperaturas siguen por encima de la media en estas fechas. Quiera haber escuchado a los mandatarios de Santa Cruz de Tenerife o Las Palmas de Gran Canaria, de Telde o de La Laguna que diseñarán un plan específico, reclamando la colaboración de la Consejería de Educación, para que los centros docentes de sus respectivos municipios estén más y mejor preparados –aire acondicionado, climatizadores, ventiladores, zonas de sombra, ampliación de zonas ajardinadas– para los próximos veranos. Es una necedad, por supuesto. Ahora toca disfrutar de las Navidades más luminosas de nuestra historia. De las tinieblas hablamos de otro momento si eso.

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