Verbum

Obispos pobres y pobre PSOE

Los dos obispos de la Diócesis de Canarias durante la celebración de la misa del Corpus Christi en la Catedral de Canarias.

Los dos obispos de la Diócesis de Canarias durante la celebración de la misa del Corpus Christi en la Catedral de Canarias. / C. T.

Eugenio Rodriguez

No salgo de mi asombro con la costumbre en ciertos ambientes eclesiales de aplaudir cada crítica a los obispos y la manga ancha hacia el PSOE. Las personas tenemos unas ideas más o menos firmes y coherentes, y las mías son socialistas, es decir, creo que las cosas se arreglan asociándose, y creo que el mundo debe caminar por sendas de justicia y socialización. El principio ético básico del socialismo no puede ser más coherente con la Doctrina social de la Iglesia (DSI): “De cada uno según su capacidad, a cada uno según sus necesidades”. Cuando en la DSI se defiende la prioridad del Bien común, se dice prácticamente lo mismo.

Quizá por eso me indigna tanto ver que hay gente que se las da de progresista a la hora de opinar y votar, pero usa el embudo por la parte estrecha para los obispos y por la ancha para el PSOE. No lo entiendo. Me refiero a opinólogos destacados, muy del gusto de Religión Digital, pero también a gentes de abajo, voluntarios de Cáritas y otras personas de buena voluntad. Yo los llamo Gabilondos desde el último informe del mal llamado Defensor del Pueblo. Dice el Informe que los abusos se han dado más en las familias que en las instituciones de la Iglesia, pero toda esa gente dedica todas sus energías a denostar los denostables hechos de esos eclesiásticos.

A mí esos hechos me parecen gravísimos, razón por la cual pedí perdón, porque me toca especialmente lo que ha hecho un grupo social al que pertenezco. Pero ahora me pregunto si también se va a hacer pedir perdón, y cómo, a las familias. Mi opinión es que realmente las familias son también víctimas: del hacinamiento, de los trabajos brutales, del habérseles robado oportunidades culturales y humanísticas. Para mí que lo de los abusos fue más un problema social que individual. Pero de eso no dicen nada esta panda que solo se preocupa de criticar algunas cosas de la Iglesia.

Se plantea la sinodalidad y les parece insuficiente. Pero para los partidos (especialmente el PSOE) la vara de medir es generosa, y nada se dice de la falta de democracia interna. Las mesas redondas del Sínodo no les satisfacen, pero nada dicen de las salas de reuniones tipo anfiteatro de los partidos. ¿Por qué? Porque no se parte de los hechos, sino de un prejuicio.

Pobres obispos, por más que avancen en algo, el prejuicio es como una guillotina. El obispo, máximo responsable de una diócesis, cobra tres veces menos que el máximo responsable de una entidad política con un presupuesto económico similar. No digo que no les falte camino, pero en los últimos cien años los obispos no han dejado de mejorar en estilo de vida personal, en gestión más respetuosa de sus equipos de trabajo, en transparencia de gestión, en forma de tratar a los demás y un largo etcétera.

Pobre PSOE, por más que sus bases se sacrifiquen, pues tienen unas élites que no han dejado de empeorar. Fueron dejando en el paso del tiempo lo mejor de sus orígenes. Ya no citan a Julián Besteiro, ni mucho menos quieren su estilo de vida. No les interesa Bruno Alonso, a quien ofreció la presidencia de honor (y B. Alonso muy moralmente lo rechazó). No les interesa ya la enorme tarea de construcción de vivienda socialista en el primer tercio del XX.

Esto lo digo con pena, porque sería bueno que el PSOE siguiera sus valores, como es bueno cuando los eclesiásticos cada día seguimos más los nuestros.

Lo que no se entiende es la doble vara de medir en tanta gente que se sienta en reuniones pastorales y usa los prismáticos para ver más grandes los defectos de las instituciones eclesiales, y luego da la vuelta a los mismos prismáticos para ver pequeños los defectos de los grandes y pequeños partidos.

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